¿Qué se juega realmente Nicaragua en las elecciones de este domingo?
Que las encuestas no son infalibles lo confirmó recientemente el voto a favor del Brexit en Reino Unido y el “No” al acuerdo de paz de Colombia.
Pero en las elecciones nicaragüenses de este 6 de noviembre nadie anticipa una sorpresa.
Y no sólo porque las últimas mediciones le dan al actual presidente, Daniel Ortega, una intención de voto cuando menos ocho veces superior a la de su más cercano perseguidor en los sondeos.
“Las elecciones como tal son completamente predecibles. Ya sabemos los resultados“, le dice a BBCMundo Carlos Fernando Chamorro, un periodista y analista político crítico de Ortega.
“Y los sabemos porque son elecciones que no son transparentes, libres, ni tampoco competitivas”, asegura el director de Confidencial.
Ortega, quien estuvo a las riendas del país durante la llamada Revolución Popular Sandinista (1979-1990), busca su tercera elección consecutiva desde su regreso al poder en 2007 prácticamente sin oposición en el parlamento y en pleno control de los otros poderes del Estado.
Y la decisión del Consejo Supremo Electoral de quitarle la representación legal del Partido Liberal Independiente al grupo que llevó a esa fuerza política al segundo lugar en las elecciones presidenciales de 2011 es ofrecida por Chamorro como un ejemplo de su uso de esos poderes para limitar la competencia.
Aunque no todos en Nicaragua encuentran en esta situación la explicación del indiscutible favoritismo del candidato del Frente Sandinista de Liberación Nacional.
¿Premio a un buen gobierno?
Para el asesor presidencial Orlando Núñez, por ejemplo, la clave del éxito del candidato sandinista son los programas sociales y económicos impulsados por el FSLN.
“El bono productivo les quitó las bases a los liberales”, dice Núñez de uno de los programas emblemáticos de la administración Ortega en una entrevista publicada en la última edición de la revista Visión Sandinista.
“Hasta la gente que no es sandinista vota por Ortega”, asegura ahí el asesor presidencial para Asuntos Sociales, quien achaca a esos programas el colapso de unos partidos “derechistas” que no suman ni el 13% de intención de voto en las encuestas.
Y algo parecido opina el analista sandinista Aldo Díaz Lacayo, quien destaca como uno de los logros del gobierno del FSLN “el restablecimiento de los derechos sociales”, luego de su regreso al poder.
“La gratuidad de la educación y de la salud es una realidad”, destaca Díaz Lacayo.
“También los programas de casas y calles para el pueblo son una realidad. Igual con todos los programas sociales”, le dice a BBC Mundo.
En claro contraste con Honduras y El Salvador, Nicaragua es también uno de los países más tranquilos del continente: sexto entre los países latinoamericanos según el más reciente índice del Instituto para la Economía y la Paz.
Y su economía es además la segunda que más rápido crece en Centroamérica, sólo por detrás de Panamá.
Aunque, a casi una década del regreso al poder de Ortega, Nicaragua también sigue siendo el segundo país más pobre del hemisferio, después de Haití.
Y las políticas sociales y económicas celebradas por analistas como Díaz, han sido denunciadas como una nueva forma de clientelismo por aquellos que, como Chamorro, creen que las mismas están más orientadas a comprar lealtades que a cambiar la realidad de los más pobres de la población.
Voto vs. abstención
Sin embargo, en medio de sus profundas diferencias, en algo sí coinciden todos los analistas: este 6 de noviembre la victoria del partido de gobierno no sólo está garantizada, sino que se dará por un margen muy amplio.
¿Se juega entonces algo Nicaragua en estos comicios? ¿Plantean los mismos alguna pregunta que todavía no tenga respuesta?
En el plano formal, una cosa que está en juego es la composición del próximo parlamento.
Efectivamente, los nicaragüenses no sólo están llamados a elegir presidente y vicepresidente, sino también diputados al Parlamento Centroamericano y la Asamblea Nacional.
Pero para la presidenta del Movimiento Renovador Sandinista, Ana Margarita Vijil, la exclusión de su partido -sin personería jurídica desde 2008- y los otros representantes de “la verdadera oposición” también le han quitado cualquier importancia real a las elecciones parlamentarias
“No va a hacer ninguna diferencia, pues no va a haber ninguna voz realmente opositora en la Asamblea“, asegura Vijil.
“El control de Ortega (sobre el parlamento) va a seguir siendo absoluto pase lo que pase”, agrega.
Por eso, para la dirigente del MRS la verdadera batalla se dará en torno al nivel de participación en los comicios.
“Nosotros no vamos a ir a votar y le estamos pidiendo a todos que hagan lo mismo”, explica Vijil, en referencia al llamado Frente Amplio por la Democracia, al que pertenece el MRS.
“Vamos a presionar para que el nivel de abstención obligue a la repetición de la elecciones, pero con condiciones: con observación internacional, con verdadero pluralismo”, le dice a BBC Mundo.
Una cuestión de números
Por lo pronto, la última encuesta de la firma CID-Gallup antes de los comicios estima en un 42% el porcentaje de los nicaragüenses en edad de votar con la intención de abstenerse o votar en blanco.
Pero Carlos Fernando Chamorro advierte que la cifra oficial de abstención no será un dato estadístico confiable y que, en cualquier caso, no será suficiente para forzar cambios.
“El padrón electoral ha sido manipulado y maquillado por el CSE, de manera que los votos válidos van a ser calculados contra un padrón que es incluso menor al del año 2011“, sostiene Chamorro.
“Y el CSE nunca va a admitir, si de verdad hay una abstención masiva, que esto ocurrió. Antes bien, ya adelantó que va a haber una participación histórica, del 75%”, explica.
El CSE introdujo para estos comicios el concepto de un “padrón activo” en el que no figuran los ciudadanos que no votaron en los últimos dos comicios.
Y medios opositores también han denunciado que, aprovechando la ausencia de observadores internacionales, las autoridades electorales también han modificado los procedimientos para hacer el proceso de votación más lento y generar así amontonamientos artificiales para las cámaras.
Sin capacidad de movilización
Chamorro, sin embargo, también reconoce que la oposición nicaragüense está muy lejos de haber logrado un nivel de movilización similar al que obligó a Alberto Fujimori a repetir las elecciones de Perú en 2000 o la que pide la realización de un referendo revocatorio en Venezuela.
“El fenómeno político de una oposición en ascenso no se está viendo en Nicaragua”, le dice a BBC Mundo.
Los críticos de Ortega habitualmente explican esto por la represión e intimidación que afirman utiliza para amedrentar a las voces opositoras, así como por su captura del sector público, el mayor empleador de Nicaragua.
Y también denuncian la existencia de una “alianza de silencio” con los grandes grupos empresariales, a los que acusan aceptar el sacrificio de importantes principios democráticos a cambio de estabilidad.
“Pero el discurso de la oposición también ha estado excesivamente circunscrito al tema de la institucionalidad política, a las violaciones de las normas democráticas”, explica Chamorro.
“No ha logrado conectarse con las demandas sociales y problemas de la gente“, le dice a BBC Mundo.
Para el analista, esto se explica en parte porque la oposición al Frente Sandinista se ha concebido fundamentalmente como una oposición electoral “que se prepara para elecciones en un sistema que no funciona y que más bien la excluye”.
Pero para el oficialismo la razón fundamental son los aciertos de la gestión de Ortega.
Aciertos entre los que Díaz incluye el haber sabido “aplicar extraordinariamente bien la democracia participativa” a través de “múltiples instancias partidarias”.
En cualquier caso, todo esto sugiere que lo más significativo que podría surgir de estas elecciones tal vez sea la semilla para un nuevo tipo de oposición, con más propuestas y menos atada a los ciclos electorales.
O, alternativamente, el refuerzo entre el partido de gobierno -con todo lo que ello implica- de una polémica convicción compartida por Orlando Núñez en su entrevista con Visión Sandinista.
La convicción de que “las elecciones son un invento de la burguesía para dividir a los pueblos”.
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