La noche en que Simón Bolívar sacó a bailar a otro hombre (+Detalles)
Esta es una historia poco conocida sobre el Libertador Simón Bolívar y cómo en una noche de fiestas invito a bailar a uno de sus generales más importantes, el General José Laurencio Silva.
Simón Bolívar le daba mucha importancia a la amistad y transmitía gran afecto a sus amigos, características de un líder de su envergadura.
La salida del sol del día 28 (día de San Simón) fue saludada con una descarga de artillería. A las nueve de la mañana hubo una misa en la Iglesia de la Compañía de Jesús y en la noche los empleados de la Casa de la Moneda ofrecieron un gran banquete en los salones más elegantes del edificio, en las instalaciones de las Arcas Reales.
Allí estaba Simón Bolívar vestido no con su uniforme militar, sino con traje de fiesta: un elegante frac de paño negro de corta levita, medias de seda, zapatillas de charol con hebillas de oro, corbata blanca, calzón corto de paño y por única condecoración la medalla de Washington obsequiada por el Presidente de los Estados Unidos. Dos cosas más llamaron la atención de los presentes: Bolívar se había quitado las patillas y el bigote.
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Durante el famoso baile Bolívar, como buen observador que era, se dio cuenta que las damas de la aristocracia no querían bailar con uno de sus Generales: el General José Laurencio Silva, no por feo, sino por su color oscuro. La sociedad aristocrática peruana no estaba acostumbrada a que sus níveas damas bailaran con hombres de color como eran la mayoría de nuestros soldados. Notable diferencia con los venezolanos que somos todos café con leche, unos más leche y otros más café.
Apenas notó el rechazo, con prudencia, sin manifestar molestia alguna mandó a parar la música, se colocó en el medio de la sala y dirigiéndose al General Silva, en alta voz le dijo: “General José Laurencio Silva, héroe de mil batallas y Salvador de la Patria, permítame el altísimo honor de bailar con Usted”.
Acto seguido lo tomó por un brazo, lo llevó al centro de la sala y comenzaron a danzar como dos buenos amigos, el murmullo de los asistentes fue unísono, ambos tenían fama de ser muy buenos bailadores, hasta que los aplausos opacaron a la orquesta. Cuenta la historia que después de esta escena todas las damas se decidieron a bailar con el General José Laurencio Silva.
Con información de La Patilla