El crítico artículo de Miguel Salazar sobre la situación de Venezuela: “¿Ese es el país que queremos?”

Miguel Salazar|Foto: cortesía

Miguel Salazar|Foto: cortesía

El controversial periodista Miguel Salazar publicó un crítico pero contundente artículo donde expone unas cuantas “verdades” sobre la turbia situación del país. Y cuestiona, sobre todo, si “¿Es ese el país que queremos?”.

Recordemos que en Venezuela el sector político no es el único que atraviesa una agresiva crisis; la educación, salud, alimentación, seguridad social entre otros sectores se encuentran en un declive que repercute en la colectividad. Situación que menciona Salazar en su texto. 

Asimismo critica que se utilice a Venezuela como “negocio”, por eso insta a “ponerse de acuerdo” para que se resuelva la situación del país. 

¿Acaso es mentira que un guardia nacional roba en las calles del país despojando a los infelices transeúntes de la comida que llevan consigo? ¿Es falso que en la taquilla de un banco el primer ladrón es el cajero cuando le sustrae al usuario aunque sea un billete de un lote de dinero devaluado? Acá roba el médico que inventa enfermedades para cobrarse los seguros. Somos un país de ladrones. ¿Es ese el país que queremos? Acá hasta los curas desvalijan los diezmos del templo. Son verdades duras, pero, están a la vista de todos, sostiene.

Lea a continuación el artículo completo:

Voy a decir unas verdades a riesgo de herir susceptibilidades; parafraseando al ilustre profesor alemán George Ch. Lichtenberg (1742-1799) con aquello de que es casi imposible llevar la antorcha de la verdad a través de una multitud sin chamuscarle la barba a alguien. Estaré tranquilo expresando lo que veo, y como la verdad espera mientras la mentira tiene prisa, puedo asegurarles que no tengo apuro; eso sí, es mi mayor deseo que estas verdades no sean aliadas de lo falso.

Qué país queremos. Vamos a hablar con los puntos sobre las íes; o nos ponemos de acuerdo o Venezuela se desintegra. No se puede seguir teniendo al país como negocio. He buscado la verdad sabiendo que tenía el riesgo de encontrarla; acá desde el más encumbrado de los mortales hasta el más pobre se maneja como un tendero agiotista. Desde hace años nuestra Venezuela es una mancebía de carretera, aquella donde la cortesana engaña al “comprador” de carne con un éxtasis simulado. Acá todo el mundo engaña, todos quieren sacarle provecho utilitario a cualquier gestión. ¿Acaso es mentira que un guardia nacional roba en las calles del país despojando a los infelices transeúntes de la comida que llevan consigo? ¿Es falso que en la taquilla de un banco el primer ladrón es el cajero cuando le sustrae al usuario aunque sea un billete de un lote de dinero devaluado? Acá roba el médico que inventa enfermedades para cobrarse los seguros. Somos un país de ladrones. ¿Es ese el país que queremos? Acá hasta los curas desvalijan los diezmos del templo. Son verdades duras, pero, están a la vista de todos.

Tenemos tribunales envilecidos; cárceles putrefactas donde el despojo de la autoestima comienza con la violación del reo; barrios donde los malandros imponen toques de queda; hospitales como guaridas de bandidos; pobres robando a pobres; ricos defalcando el erario público, cuatreros de ministerios; comisionistas estafando los dineros del pueblo para luego restregarnos en los ojos su riqueza mal habida. ¿Es ese el país que queremos?

Diputados extorsionadores, gobernantes picadores; uniformados carteristas; alcaldes cleptómanos; jueces bufones; bodegueros rateros; inmorales; maestros embusteros; psiquiatras sádicos; curas pederastas. ¿Es ese el país que queremos?

Entretanto qué ganamos con estar movilizados todo el año para defender yo no sé qué. Unos y otros creyéndose patriotas; unos y otros hablando en nombre de un pueblo al que buscan para legitimar el latrocinio. Qué ganamos matándonos en las calles mientras los habladores de pistoladas no huelen las bombas lacrimógenas porque los gases no llegan hasta los reductos donde se apoltronan. ¿Es ese el país que queremos?

Obispos mentirosos; políticos farsantes; una diáspora de presuntos cerebros haciendo largas colas para irse a otras latitudes denigrando de la tierra que los vio nacer. ¿Qué patria vamos a tener? No dudamos en ir a llorar ante los extranjeros para que nos den una mano. ¿Es ese el país que queremos? Acá todo el mundo presume de democrático, mientras que, con el mayor cinismo, esperamos el momento preciso para lucir como el mejor de los malabaristas a la hora de asestar la puñalada trapera. Vivimos en una realidad indolente, donde poco importa lo que le pase al otro.

No hay intervencionismo bueno, por todo ello el país que queremos debe ser autosuficiente. No podemos tampoco tener claridad hacia afuera mientras impera la oscuridad en nuestra casa. Ni gringo, ni cubano, ni mengano. El país que queremos no puede tener insalubridad pública; queremos un país con absoluta pulcritud en las instituciones. Un país donde los burócratas no mientan.

Corporaciones mercantilistas ataviadas en cascarones de partidos políticos; sindicalistas sinvergüenzas; bandidos de cemento y cabilla; traficantes de alimentos; gobernadores contrabandistas; bandoleros disfrazados de toga y birrete; sicarios de la conciencia popular. ¿Es ese el país que queremos?

Periodistas embusteros; redes sociales asaltadas por antisociales, televisoras engañosas y pervertidas. Medios de comunicación al servicio de los comerciantes prostituidos; periódicos impúdicos que hablan en contra de la prostitución, pero al mismo tiempo degradan a hombres y mujeres. ¿Ese es el país que queremos?

Sepan ustedes que no puede haber justicia mientras los tribunales estén al servicio de la impunidad, de los señorones de traje y corbata, que le ponen la mano al trafagador de indulgencias que le permita montar sus comilonas. La justicia debe ser justicia. No puede haber tolerancia hacia el criminal ni hacia quien lo promueve. No puede haber una administración pulcra del Estado cuando desde el portero hasta el ministro hurgan en la riqueza nacional para obtener su propio beneficio. No puede haber una Asamblea Nacional que sea un ejemplo de civismo cuando entre sus miembros pululan los recoge latas pisoteando la dignidad ciudadana.

Nuestra tragedia comenzó con la caricatura de la democracia representativa apuntalando a los saqueadores de la nación. Ese drama se afianzó tras la tesis ingenua de todo el poder para un pueblo que desde tiempos remotos admira a los delincuentes. Falsos libertarios y no menos falsos revolucionarios planteando un combate donde los muertos han de ser los ingenuos obnubilados por la incandescencia de adulterados profetas.

No puede haber democracia cuando los recursos del país están a la disposición de quienes buscan eternizarse en el poder. No basta con vanagloriarnos con tener el mejor organismo electoral, cuando su pureza se pierde porque su estructura fue levantada por quienes se hicieron multimillonarios con las máquinas que nos vendieron. No puede haber democracia en un país de reiterados procesos electorales que han servido para llenarles el bolsillo a unos desfachatados.

Empresarios malandrines olorosos a colonia que no tienen el mínimo recato para aplastar a los consumidores; piratas de gasolina; dirigentes estudiantiles ganados para las corruptelas; policías secuestradores; rectores universitarios para la matraca. ¿Es ese el país que queremos?

Haciendo historia para quienes desengañados por un proceso político son captados para regresar al pasado; sepan que, lamentablemente, el verdadero tiempo de crecimiento nacional ocurrió bajo una dictadura, cuando en apenas un quinquenio nuestra estructura física se desarrolló a pasos agigantados. Sepan también que luego vino la decepcionante democracia representativa y bipartidista, que no sólo desmontó por considerarlos faraónicos los planes de obras necesarias, sino que fortaleció sideralmente la corrupción y la represión política.

El país que queremos no es un sueño; es una posibilidad real. Un país donde el vocablo negocio sea erradicado de nuestro patrimonio moral. Un país donde desterremos la zancadilla. El diálogo no es una quimera; aún estamos a tiempo, si nos proponemos incorporar al diálogo como virtud ciudadana, una única condición para escucharnos: exigirnos el acatamiento del respeto y la tolerancia. El país que queremos es una Venezuela donde cada quien sea desafecto a la rapiña; donde las instituciones sean respetadas.

Al concluir este comentario debo confesarles que me siento tranquilo conmigo mismo porque estoy seguro que ustedes me comprenderán en estas verdades aunque ellas menoscaben mi filosofía política. Espero que estas sirvan de aporte para poder enrumbarnos por un camino amplio como lo es el que nos conduce a ser verdaderos patriotas; superando la avejentada injusticia. Hagamos todo lo que esté a nuestro alcance para erradicar la arbitrariedad. La insatisfacción nacional es legítima; no es verdad lo dicho por el ministro Farías de que los venezolanos hacen las tres comidas; tampoco es verdad que el aumento salarial no es inflacionario. No son pocas las no verdades que hacen al Gobierno cometer desatinos; sin embargo, sostengo la necesidad de marchar siempre hacia adelante. No podemos volver atrás, así la verdad sea dura. Decía Diderot: Engullimos de un sorbo la mentira que nos adula y bebemos gota a gota la verdad que nos amarga.


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