Víctimas de la crisis: “Esta pobreza es insoportable”, dice familia que come una vez al día
En la familia Vílchez Navarro, ubicada en el barrio Brisas de Morichal, al oeste de la ciudad, se come arroz de piquito con cuero de pollo frito una sola vez al día.
La estremecedora historia de esta familia expone, de cierta forma, la tragedia que viven millones de venezolanos a diario, subuygados por la crisis política, económica y social establecida en el país.
A pesar de que el Gobierno no quiere dar cuenta de las cifras de pobreza en el país, cada día son más los casos que exponen estas realidades. Un reportaje del diario La Verdad así lo mostró al entrar en la humilde vivienda de la familia Navarro donde conoció el drama que viven.
Según cuenta la señora Enilda Navarro, de 41 años, “esta pobreza es insoportable”, quien lamenta que sus hijos pasen hambre. Desde que se les murió el burro todo empeoró. Y la recolección de basura ha sido el sustento del grupo familiar desde hace ocho años.
“Antes salíamos temprano con el burro y nos rendía mucho, podíamos hacer varios viajes y resolvíamos la comida más o menos, pero en diciembre se nos murió el animal porque le picó algo en la pata, ahora mi marido es el burro”, contó.
La dinámica de la familia arranca muy temprano, con el estómago vacío la mujer y sus hijos más grandes empujan por detrás mientras su esposo Juan de Jesús Vílchez, de 46 años, se apoya con un pedazo de lona para rodar la estructura de hierro que se ayuda con dos cauchos viejos. Recorren la urbanización Ana María Campos, Siete de Enero, Los Caobos, La Arboleda, El Renacer, entre otros sectores desde las 7.00 de la mañana hasta que hagan al menos tres mil bolívares que les alcance para un kilo de arroz, sin embargo, no todos los días son “buenos”.
“Me levanto temprano, nos alistamos y nos vamos a trabajar. La gente nos paga por sacar la basura, nos dan lo que puedan 200, 300, depende de la cantidad de bolsas. Hacemos un viaje completo por tres mil bolívares, pero ya no es como antes: yo les hacia el desayuno a los muchachos y los dejaba aquí, mientras él y yo íbamos a trabajar. Ahora no, ahora tenemos que trabajar todos, porque mi esposo solo no puede”, destaca.
Asimismo la mujer confesa que cuando el servicio de aseo urbano es bueno en la zona, los dejan sin comida. “Cuando pasa el aseo nos las vemos negras, tenemos que bregar bastante y caminar por ahí hasta que se haga algo”.