Lula usó a Odebrecht como Chávez a PDVSA
Las novedades del caso Odebrecht han contribuido a poner de manifiesto la colosal corrupción que acompañó, por detrás del escenario, a la bautizada como Década de Oro de Latinoamérica (2004-2014). Las prácticas corruptas no son extrañas a ningún país, pero la bonanza de los precios de las materias primas –hidrocarburos, minerales y algunos productos agrícolas– permitieron multiplicar enormemente la posibilidad de enriquecimiento ilícito a quienes intervinieron en la gestión del boom, reseña el diario ABC.
En esa corrupción de alcance continental sobresalen dos casos:
—El de la petrolera estatal venezolana PDVSA, que durante la presidencia de Hugo Chávez generó unos ingresos de más de un billón de dólares. Estos ingresos públicos posibilitaron una corrupción general del régimen chavista que, si bien apenas ha podido ser aún determinada por los tribunales, algunas estimaciones llegan a situar en los 400.000 millones de dólares.
—Y el de la constructora privada brasileña Odebrecht, que entre 2001 y 2016, según ha declarado la Justicia de Estados Unidos, pagó casi 800 millones de dólares en sobornos en doce países para la adjudicación de obras públicas. La cifra, en este caso, no se refiere a toda la corrupción pública generada en Brasil en esos años (faltan, por ejemplo, las malversaciones de Petrobras), sino a la vinculada solo con Odebrecht, cuya cuenta final, de todos modos, posiblemente ascenderá a raíz de más investigaciones.
Al margen de las cuantías, los casos de Odebrecht y PDVSA tienen grandes paralelismos desde el punto de vista político: las dos compañías fueron instrumentos de las pretensiones de influencia exterior de quienes presidieron Brasil y Venezuela durante la mayor parte de la bonanza económica, Luiz Inácio Lula (2003-2010) y Hugo Chávez (1999-2013), respectivamente.
En el ejemplo brasileño «se dieron la mano la ambición de Odebrecht y la de Lula: la compañía quería operar en todos los lados y el presidente quería demostrar la pujanza internacional de Brasil», comenta Pedro Mario Burelli, quien ocupó uno de los máximos cargos de PDVSA antes de la toma de la petrolera por parte de Chávez y ha hecho un especial seguimiento de la política exterior de Lula y de su sucesora, Dilma Rousseff.
Es solo cuestión de tiempo que aparezcan informaciones que acorralen a Lula como facilitador de contratos de la constructora.
Pedro M. Burelli, exdirectivo PDVSA
Burelli cree «solo una cuestión de tiempo que aparezcan más informaciones sobre el caso Odebrecht que acorralen especialmente a Lula, en su papel de facilitador de los contratos» de la constructora con muchos gobiernos latinoamericanos, también después de haber dejado la presidencia brasileña. Asegura que en las adjudicaciones de obras se producía incluso el pago de tres comisiones en cadena: al Gobierno de turno para obtener la licitación, al facilitador de las relaciones entre Odebrecht y las autoridades respectivas y a quien se encargaba luego de que todos los pagos se ejecutaran.
En concreto, asevera constarle que en Venezuela «Chávez decía a Odebrecht: “si no me mandas la persona correcta yo no pago”, de tal manera que se exigía la intervención de Lula. Así, Chávez hacía que Lula se enriqueciera, pero no le pagaba directamente, sino que era Odebrecht la que daba comisiones a Lula. En el fondo era una transferencia de plata de Venezuela a Lula y su entorno, pero se hacía a través de Odebrecht».
A distinto precio
Ciertamente hubo paralelismo entre las aspiraciones de influencia regional de Chávez (impulsor de ALBA, la organización de gobiernos bolivarianos) y de Lula (a quien sobre todo se debe la constitución de UNASUR). También hubo el aprovechamiento económico de ambos y de sus entornos, así como una actuación más o menos coordinada en el apoyo a candidatos amigos en diversas elecciones del continente.
Pero hubo asimismo una diferencia sustancial: para lograr esa influencia, el dirigente venezolano repartió petróleo gratis (Cuba) o a precios muy ventajosos (resto del Caribe), reduciendo los recursos públicos de su país; Lula actuó a la inversa, hizo que el resto de naciones contribuyeran a aumentar los ingresos de una empresa brasileña, que pagaba el peaje asumible de unos cuantos sobornos.
En resumen, el primero cogió dinero de Venezuela para repartirlo en el extranjero, con el resultado de casi desahuciar la principal empresa del país; el segundo recogió dinero de los demás países para aumentar la riqueza nacional, fortaleciendo una compañía brasileña.