“Tenía la obligación de contar cómo es la vida de los multimillonarios chavistas en fiestas de Hollywood”
Juan Planchard no llega a los 30 años de edad. Es multimillonario y no le gustan los vuelos comerciales, prefiere los aviones lujosos para viajar a Las Vegas, Los Ángeles o Nueva York, reseña El Nacional.
Se crió en El Cafetal con unos padres que siempre quisieron inculcarle el valor por el trabajo y el esfuerzo para alcanzar sus metas. Estudió en una universidad privada y trabajó en Procter & Gamble, pero no se veía en una empresa en la que su máxima aspiración fuera ser gerente.
Sus sueños de grandeza encontraron una gran oportunidad con el control de cambio establecido por Hugo Chávez. Se volvió empresario y se aprendió las consignas socialistas. Él es el protagonista de Las aventuras de Juan Planchard (Breinguash Books), la primera novela del director y guionista Jonathan Jakubowicz.
—¿En qué momento surgió la idea de escribir la novela?
—Tenía la obligación de contar cómo es la vida de los multimillonarios chavistas en fiestas de Hollywood. Hay mucha gente que aún no se imagina la cantidad de billete que manejan los revolucionarios y creo que si no se entiende eso, no se entiende nada de lo que pasa en el país.
—Ha dicho que se inspiró en experiencias cercanas para relatar esta historia. ¿Podría detallar ese círculo que lo llevó a desarrollar esta historia?
—La élite económica del mundo es un grupo muy pequeño y a través de la promoción de Manos de piedra tuve acceso a eventos de gente muy privilegiada. En esos círculos a los chavistas se les ve como nuevos jeques sauditas. Son personajes con dinero ilimitado y pasión por el derroche, los buenos carros, las putas bellas y el mejor perico del mundo. Conocí a muchos así, incluso en el Festival de Cannes. Todas las cosas que pasan en la novela están basadas en hechos reales, hasta las más locas.
—En el libro se refiere a figuras como Sean Penn u Oliver Stone, este último director de Snowden, que contó entre sus productores con el diplomático venezolano Max Arvelaiz. ¿Es él uno de estos personajes en los que se inspiró?
—La verdad no sabía de Max Arvelaiz hasta que Sergio Monsalve publicó la información en Facebook. Pero no me sorprende. Hay muchos chavistas multimillonarios que quieren invertir en películas y sin duda Oliver Stone es una ruta fácil. Dicen que Stalin estaba obsesionado con el cine de Hollywood. Sin duda Chávez también lo estaba y para los bolichicos codearse con el glamour de las estrellas es una especie de gloria revolucionaria. Hay una pasión desenfrenada por el sexo y la seducción que asumen como parte del dinero que robaron. Tienen la esperanza de encontrar en Hollywood esas emociones que les faltan.
—Ha comentado que el gobierno trató de inmiscuirse en Manos de piedra.
—Para ese momento la Villa del Cine había caído en agonía y Nicolás Maduro estaba desesperado por algún logro cultural internacional. Como Roberto Durán peleaba contra los gringos pensaron que podían apadrinar la película y convertirla en un logro revolucionario. Inmediatamente los mandé al carajo, pero para mi sorpresa volvieron y ofrecieron el doble del presupuesto. Los mandé doblemente al carajo y no volvieron a insistir. Al final hasta al embajador de Venezuela en Panamá le prohibimos la entrada al estreno de la película.
—¿Qué ente o persona se acercó para financiar el filme?
—Fue a través de la Embajada de Venezuela en Panamá. No recuerdo el nombre de la persona.
—¿Puede decir específicamente en quiénes se inspiró para el personaje de Juan Planchard?
—En los que se dedican al mismo negocio que realizan casi todos los chavistas: importar alimentos y otros productos a dólar oficial para cobrarlos a dólar negro. Es una mina de oro y cada día les da más dinero.
—¿Algún funcionario o personaje con nombre y apellido?
—Un cineasta es como un psicólogo, todo el mundo te confiesa sus secretos porque piensa que los puedes convertir en película. Si te digo el nombre me dejarán de echar cuentos.
—¿Qué han dicho de la novela?
—Uno solo me envió un mensaje a través de un amigo. Me dijo que casi se hace pipí de la risa leyéndola y me ofreció cuentos aún más locos para la segunda parte. La gente que tiene contacto con bolichicos sabe que no hay ninguna exageración en la novela. Y eso es lo más insólito, porque cada página parece una exageración.
—¿Qué se siente ser amigo de una persona como Juan Planchard?
—Se siente curiosidad. Lo que pasó en Venezuela es algo único. Venderle al mundo que se lucha por los pobres mientras se compran propiedades en Manhattan es una de las vainas más radicales que existen. Es reírse en la cara de la gente y de la historia. Es aprovecharse de la desinformación. Hay chavistas sin dinero que aún creen que los reportes sobre billones de dólares escondidos en bancos internacionales son mentira. No pueden soportar que se hayan burlado de ellos en su propia cara.
—¿Hay remordimiento por parte de personas así?
—El remordimiento le llega a Juan Planchard a través de las consecuencias que tiene la violencia en el país sobre su propia vida. Pero la mayoría de los bolichicos no siente remordimiento. Bajo su razonamiento el pueblo eligió al comandante, que a su vez dejó robar. Es un asalto por voluntad popular y eso lo convierte en una cultura. Sin ningún conflicto te afirman que Chávez les dio a todos sus seguidores lo que cada uno quería: esperanza para los pobres, billete para los vivos. Según ellos, el que se quedó por fuera es porque se empeñó en pelear con el Bolívar del siglo XXI; el hombre que, como el Libertador, nos hizo ser grandes otra vez, a algunos con un furor nacionalista que va más allá del hambre y a otros con un Lamborghini en la autopista que va de Italia a Suiza.
—¿Considera que escribió la historia más frontal sobre esta época chavista?
—No conozco las demás, pero sin duda mi intención es sincerar las cosas. Creo que nuestros artistas deben ser más agresivos con el poder. Si te fijas en el caso de Donald Trump, no tiene ni un mes en la Presidencia y hay una campaña monstruosa de parte de los artistas de todas las disciplinas en la que alertan sobre elementos antidemocráticos o discriminatorios. Se puede discutir sobre si tienen o no razón en la magnitud de la reacción, pero la realidad es que lo que pasó en Venezuela no hubiera ocurrido si hubiéramos reaccionado así desde el principio. Que a estas alturas todavía existan creadores vendidos a la revolución, o asumiendo una complicidad silenciosa bajo el pretexto de la neutralidad, es una vergüenza para todos.
—¿Cómo ha sido la recepción de su novela en los círculos literarios? ¿Temió que no la consideraran literatura?
—Yo nunca temo al escribir, sea una novela o una película. Si uno teme, todo se detiene. Soy escritor desde los 15 años y gracias a eso he podido hacer carrera como cineasta. Lo que me enorgullece mucho es la cantidad de gente que me ha dicho que es el primer libro que se lee desde el bachillerato. Mi sueño es ese, acercar a la gente a la lectura con una historia que les genere emociones. En Venezuela tenemos un problema muy grave en nuestro sistema educativo: obligamos a los estudiantes a leer novelas insoportables, por el simple hecho de que fueron escritas en nuestro territorio. Eso ha hecho que el pueblo asocie la lectura con algo fastidioso, con una especie de castigo. Creo que ahí radica nuestra desgracia. Somos un país que ni se imagina lo que se pierde al no leer. Y no leer produce errores colectivos. Solo alguien que nunca ha leído puede seguir debatiendo, a estas alturas, si lo que tenemos es o no es una dictadura. El hecho de que mi novela esté llegando a tanta gente que normalmente no lee es posiblemente lo más importante que tiene.
—¿Cuáles son sus referencias literarias?
—Desde que era niño he estado obsesionado con los rusos: Dostoievski, Tolstói, Gogol, Lérmontov. Pasé muchos años en los que no hacía más que leer clásicos. Pero sin duda el cine me ha influenciado mucho: cuando veo una película, veo también una obra literaria. Creo que mi novela tiene tantas influencias del cine que me gusta como de la literatura que me formó.
—¿Escribirá más libros o esta novela es solo una necesidad de exponer este mundo de corrupción y despilfarro?
—Estoy esperando que Juan Planchard regrese de una misión para que me cuente la segunda parte. Además, estoy escribiendo mi primera novela en inglés. Me gusta mucho escribir y siento que algunas historias son mejores sobre el papel que sobre la pantalla.
—¿Adaptará la novela al cine?
—No era la intención original, pero me llegó una oferta para convertirla en película o serie de televisión. Hay que echar números, pues la vida de Juan Planchard es muy costosa y para recrearla hay que poner mucho dinero. Si se dan las condiciones para adaptarla, lo haremos con gusto. Por ahora me emociona mucho el éxito que ha tenido como libro.
—¿No teme represalias cuando vuelva a Venezuela?
—El temor a las represalias nunca ha sido mayor al temor a callar. Prefiero entrar bajo cuerdas, con otros pasaportes, por vías inesperadas, que ser cómplice de una organización criminal que sistemáticamente convirtió a mi país en zona de muerte, crimen y corrupción.
La novela está agotada en varias librerías del país, por lo que prevén sacar una segunda edición. La primera fue de 3.000 ejemplares.
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