El precio de la tecnología burla los controles cambiarios del Gobierno venezolano
En una vitrina de una tienda caraqueña se exhibe un teléfono de última generación a un precio de 1.280.000 bolívares, una cantidad que puede pagarse con dólares estadounidenses en este lugar y en otros que operan con varias divisas pese al control de cambio que rige en el país desde 2003.
Se trata de un centro comercial ubicado en el este de la capital venezolana con decenas de locales dedicados a la venta de móviles, computadoras, consolas de juegos virtuales y todo tipo de productos de tecnología avanzada donde todos los precios están marcados en bolívares, la moneda local.
Un trabajador venezolano que perciba el sueldo mínimo (40.638 bolívares) -la mitad de los empleados del país- debería ahorrar todos sus ingresos durante 70 meses para poder adquirir el teléfono de última generación más caro, cuyo precio de venta en ese centro es de cerca de los 3 millones de bolívares.
En este lugar, sin embargo, varios establecimientos ofrecen la posibilidad de pagar en dólares mediante un mecanismo discrecional en el que la tienda fija una tasa de cambio muy superior a las dos franjas establecidas por el Gobierno, y cercana al costo del llamado dólar paralelo.
Ante el tema la agencia de noticias EFE escogió aleatoriamente 11 locales de este centro comercial y comprobó que en 9 de ellos los productos pueden ser pagados en dólares y que la posibilidad de hacerlo está solo condicionada por la disposición y curiosidad del cliente, que deberá preguntar.
La mayoría de los empleados en estos lugares indicó que aceptaría las divisas en efectivo o mediante transferencias electrónicas, aunque en algunos casos explicaron que esta clase de operaciones son manejadas exclusivamente por el dueño o el encargado de la tienda y que, por tanto, desconocían detalles.
Una joven que trabaja en el sitio como técnico de móviles aseguró a EFE, bajo estricto anonimato, que las operaciones con moneda extranjera, en teoría no permitidas en el país, se manejan de manera “reservada”, “más que todo por la inseguridad” que supone el riesgo de ser víctima del hampa en una de las ciudades más violentas del mundo.
Entre las tiendas abiertas a la venta en dólares están grandes y pequeños establecimientos, al menos una oficina de una compañía local de telefonía móvil, espacios dedicados a la reparación de equipos, y al menos una tienda de venta exclusiva de productos de una afamada marca foránea.
El personal de seguridad del centro comercial dijo desconocer estas operaciones que, según las fuentes citadas anteriormente, ocurren casi a diario y a escasos metros de una decena de funcionarios policiales que resguardan la zona, generalmente agitada por la actividad comercial.
Por disposición del Ejecutivo, desde 2003 la única moneda de curso legal en Venezuela es el bolívar, el Estado tiene el monopolio de la administración de divisas y estas son vendidas actualmente a dos diferentes tasas, en función de lo que se destinen, a través de un complejo sistema administrativo.
Una tasa preferencial destinada solo para la compra de alimentos y medicinas establece un cambio de 10 bolívares por cada dólar estadounidense.
Mientras que una segunda tasa, que es a la que en teoría podrían tener acceso los venezolanos para gastos que no sean considerados como prioritarios, establece un canje que actualmente fluctúa alrededor de los 680 bolívares por dólar.
En los últimos meses el Gobierno ha permitido que unas pocas operaciones se efectúen en dólares en el país, como la compra de vehículos en algunos concesionarios y que los turistas extranjeros paguen servicios de hostelería en moneda extranjera, pero hasta ahora se desconocen balances en estas áreas.
Con la caída en los ingresos de divisas procedentes de la venta del petróleo que, según el presidente Nicolás Maduro, se contrajeron en un 80 % en 2016, la asignación de moneda extranjera se redujo considerablemente y con ello las importaciones.
Aunque voceros del chavismo han asomado la posibilidad de flexibilizar las normas en este ámbito, el control de cambio se mantiene pese a que recientemente el Gobierno abrió ocho casas de cambio en la zona fronteriza con Colombia y anunció la apertura de otras veinte.
Estas medidas, según el Ejecutivo, forman parte de un plan anti-inflacionario que persigue “pulverizar” el valor del llamado dólar negro y pretende bajar el índice de inflación, que, según el Banco Central, cerró 2015 en 180,9 % y se calcula que en 2016 estuvo muy por encima de ese porcentaje. EFE