El contundente artículo de Henrique Capriles: “Salario de hambre”
Sal y agua, en eso se ha convertido el poder adquisitivo de los venezolanos.
Nicolás Maduro se llena la boca diciendo que se han hecho 34 aumentos de salario mínimo en los últimos 17 años, lo lamentable y condenable es que solo son ajustes que ni siquiera se equiparan a la realidad que vive el trabajador venezolano. Cada vez que hacen un ajuste solo están reconociendo -sin decirlo- que la inflación se comió el salario, la capacidad de compra del venezolano es cada vez menor.
Aunado a ello, la escasez de alimentos ya supera el 80% en la mayoría de los productos de consumo masivo, y por eso nuestro pueblo enfrenta una epidemia de hambre.
Pero, ¿cómo llegamos a esto? No hay que ser un especialista en economía para dar con la respuesta. Sencillo, el gobierno ha defendido un modelo decadente y corrupto, que lejos de potenciar el aparato productivo nacional lo ha destruido por completo.
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La situación que vivimos es insostenible. En 1999 Venezuela recibía 70% del valor de sus importaciones con las exportaciones, hoy ese número está en 0,5%, y es que el gobierno destruyó la capacidad de poder financiar con nuestra producción. En dos platos: perdimos la soberanía alimentaria.
Tenemos un país que se acostumbró a consumir con base en importaciones mientras se destruía su capacidad productiva.
El control de cambio impuesto por el gobierno, además de ser el peor antro de corrupción de nuestra historia, acabó con la producción nacional, porque hizo que importar fuera más atractivo y rentable que producir en Venezuela. Aumentó el consumo pero no la producción. Entre 1998 y 2015 la producción per cápita en el país no creció, mientras los últimos 18 años, el consumo per cápita del Gobierno creció 2,3% anual y el privado 1,9% anual.
Es inaceptable que en uno de los países con las reservas petroleras más importantes del planeta, la inflación acumulada pueda llegar a 1000% al final de este año. Es indignante que cada día sean más los venezolanos que se acuesten sin comer, porque no encuentran o no pueden comprar alimentos para llevar a su mesa. Es inaceptable que los venezolanos tarden hasta 15 horas en cola para comprar un paquete de harina precocida.
En 2012 en Venezuela se consumían al año 98 kilos por persona, mientras para el 2016 se estima que sean solo 26 kilos, un 25% de lo que se consumía hace tres años. Eso habla de nuestra “seguridad alimentaria”.
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No nos puede decir Nicolás Maduro, que con el reciente ajuste de sueldo mínimo, que anunció como la gran cosa, está resolviendo la crisis humanitaria que vivimos los venezolanos. Nada más lejos de la realidad, porque el ajuste son 750 bolívares diarios, que solo alcanzan para comprar un cachito o 2 canillas de pan a precio regulado.
Si sumamos los 22.576 del salario mínimo con los 42.480 de los tickets del bono de alimentación, tendremos 65.056 bolívares, que divididos entre los 30 días del mes, nos da poco más de 2.100 bolívares que, cuando mucho, pueden cubrir el desayuno de una persona. ¿Cómo hace una familia de 5 integrantes para alimentar a los otro 4? Indudablemente, que el ajuste es insuficiente, en una nueva burla a los trabajadores.
Todos los ajustes de salario mínimo anunciados por Maduro han estado por debajo del índice inflacionario. En el año 2013, el salario mínimo registró un incremento de 45,2%, mientras que la inflación fue de 56,2% y el costo de la canasta básica se ubicó en 64,4%. En 2014, la tendencia no varió, ya que el sueldo mínimo lo ajustaron en 64,4%, pero la inflación se situó en 68,5% y la cesta básica en 93,17%.
El escenario se siguió agravando, ya que en 2015, Maduro aumentó el salario en 97,3%, pero la inflación fue de 180,9% y la cesta básica presentó un alza de 361,53%. Mientras que en el año en curso, los ajustes salariales se ubican en 133,9%, pero la inflación en junio cerró en 240% y la canasta básica de junio de 2015 a junio de 2016 aumentó un 573,6%, y aún faltan los meses de julio y agosto, de los cuales aún no se tiene información.
Un venezolano necesita 6 sueldos mínimos, incluyendo los cestatickets, para cubrir la Canasta Básica del mes de junio. Con el aumento de salario mínimo y el bono de alimentación sólo se cubre 17,8% de la Canasta Básica de junio. Ni la cuarta parte de un dólar por hora gana un venezolano. ¡Esa es la verdad!
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Por cierto que este viernes se dio a conocer el costo de la canasta alimentaria de julio, que se ubicó en 228.043,96 bolívares, un alza de 23,9% con respecto al mes de junio y de 704% con respecto al mismo mes de 2015. A ese costo de la canasta alimentaria, una familia que cuente con 2 salario mínimos más ticket de alimentación, ganaba en julio 67.272,30 bolívares, con lo que apenas se podía comprar un mercado para 9 días.
Pero, por otra parte, a partir del 1° de septiembre, el 35% del ingreso es lo que tendrá carácter salarial, ya que el resto del salario integral se percibirá por el bono de alimentación, que en realidad es un subsidio. Lo que incidirá desfavorablemente en el cálculo de beneficios como el bono vacacional, las utilidades y las prestaciones sociales. En otras palabras, el ingreso del trabajador es solo para medio comer, ya que el salario no es lo que crece, sino la bonificación por concepto de alimentación.
Los que sin duda quedaron como la guayabera con ese ajuste de salario mínimo son los pensionados y jubilados, que carecen del beneficio del bono de la alimentación. Como el salario mínimo tiene un componente adicional, que es el ticket de alimentación y ese complemento no lo perciben los jubilados y pensionados, serán mucho más castigados por la inflación.
Todo este escenario nos lleva a cifras realmente preocupantes de miseria, ya que se estima que para finales de 2016, por lo menos el 80% de los venezolanos estaría en situación de pobreza de ingresos.
La clave para recuperar el poder adquisitivo es reactivar el aparato productivo, es poner el país a andar. La empresa privada y los emprendedores venezolanos con un millón de dólares producirían cinco veces más de lo que se importa con este monto, sin duda que al gobierno nacional le rendiría el dinero con lo hecho en Venezuela.
Tan mal estamos, que los problemas económicos de la nación han traído como consecuencia que se estén presentando delitos que se comenten por hambre. Quienes incurren en esta clase de delitos generalmente sustraen productos de establecimientos comerciales o participan en saqueos.
Lo lamentable es que personas que no estaban tipificadas como delincuentes se han sumado a esta nueva modalidad de delitos considerados como no violentos, según lo afirma el Observatorio Venezolano de Violencia, que proyecta además que se batirá record este año en homicidios, ya que se estima que 30.000 venezolanos perderán la vida, víctimas de la violencia, en 2016. Esta es la cifra más alta registrada en nuestro país, nunca antes habíamos tenido tanta violencia.
Todo eso que estamos viviendo lo podemos transformar, pero para ello tenemos que cambiar el modelo y eso viene de la mano con el cambio político que conseguiremos con el Referendo Revocatorio.
El Revocatorio no nos lo van a regalar, tenemos que seguir luchando por él. Por eso este 1° de septiembre nos movilizaremos de todos los rincones del país para exigir nuestro derecho constitucional. Si el gobierno no quiere que haya movilización, entonces que el CNE anuncie la fecha para recoger el 20% de manifestaciones de voluntad y el Referendo Revocatorio este año 2016.
Estamos a la espera de que cuatro personas nos digan cuándo poner nuestra huella, porque los venezolanos no aceptamos ningún “podría”, queremos que haya comida, medicinas y que el poder adquisitivo de nuestro pueblo alcance para sostener a su familia.
Venezuela tiene más futuro que pasado, es hora de seguir sumando esfuerzos para alcanzar el país de progreso y oportunidades que todos soñamos. ¡Qué Dios bendiga nuestra Venezuela!