La salud menstrual en Venezuela es un sacrificio: niñas y adolescentes no van a clases por no poder adquirir toallas sanitarias
A través de un reportaje realizado por el Instituto Prensa y Sociedad Venezuela (IPYS), se alertó sobre la situación de la salud menstrual en Venezuela, donde las mujeres enfrentan dificultades para acceder a productos de higiene íntima, como consecuencia de la escasez, la inflación y la pobreza que vive el país.
En ese orden de ideas, consultaron con varias jóvenes, todas cursantes de bachillerato, que viven ciertas complicaciones para llevar una adecuada higiene menstrual o, por lo mínimo, evitar ensuciar sus ropas con la sangre que les baja cada mes.
La consecuencia es que muchas de ellas, las de recursos más bajos, se ven en la obligación de faltar a clases, cuando se encuentran en sus días de menstruación, así como de recurrir a métodos alternativos, como trapos, papel periódico o pañales, para manejar su periodo, con el riesgo de contraer infecciones o enfermedades.
«Si mi mamá me compra un paquete de modes (toallas sanitarias), tengo que usar una toalla mucho tiempo, como seis o siete horas y ponerme papel toilet encima, porque tengo que rendirlo para que me queden unas toallas para el otro mes«, reveló Karla, una joven de 12 años de edad.
Su madre trabaja en una venta de frutas y verduras en un mercado municipal, ubicado en el sector Brasil de la ciudad de Cumaná (estado Sucre), y sus ingresos apenas alcanzan para llevar algo de comida a su casa, mucho menos para comprar artículos de higiene personal para su hija.
Con el aporte económico que hace el padre de Karla, quien vive en otro hogar y tiene otra familia, la mujer le compra, algunas veces, un paquete de toallas sanitarias para su hija, pero no es algo que ocurra mensualmente.
«Le digo que la niña necesita toallas sanitarias, pastilla para dolor de vientre, jabón, champú o crema dental y me dice que lo compre yo ¿Y cómo pues? Un paquete de toallas cuesta no menos de tres dólares. Es poco sí, pero es mucho para mí«, manifestó la madre.
Por su parte, Ángela Hernández, de 14 años, la situación es, ligeramente, distinta a la de Karla. Vive con su madre y su abuela y, aunque sí tiene acceso, cada mes, a toallas sanitarias y a lo que necesita para mantener una higiene menstrual, aún así debe rendirlas.
«Yo sí tengo. Pero muchas de mis compañeras del liceo no, algunas no van a clases esos días, otras me piden que si tengo una toalla que les regale para poder ir a clases. A veces les regalo una pastilla para el dolor de vientre o una toalla, pero si las regalo me queda menos para mí», contó.
Una realidad totalmente distinta es la de Keyla Moreno, una joven de 17 años habitante del sector La Llanada de la ciudad de Cumaná. Ella vive en una barriada popular en el oeste de la ciudad en la que su casa y la de sus vecinos está elaborada con láminas de zinc. La joven asegura que no recuerda cuándo fue la última vez que usó una toalla sanitaria.
Detalló que no puede permitirse comprar toallas, porque, mientras estudia cuarto año de bachillerato, sus hermanos mayores se encargan de darle la comida y algunas de las cosas que necesita. Keyla es huérfana de madre y no vive en el hogar de su padre.
En su caso, cuando le llega el periodo, usa y reutiliza trozos de telas obtenidas de sábanas viejas o prendas de vestir viejas que ya no usa su familia.
«No me molesta usarlo, ya me acostumbré, pero el problema es cuando se va el agua, es horrible, no salgo de la casa ni a la esquina«, narró.
En general, las jóvenes y mujeres que no pueden acceder a una adecuada salud menstrual, no solo se ven obligadas a detener sus rutinas diarias, como ir al colegio, sino que se exponen a peligros, como infecciones vaginales.
La copa menstrual las ayudaría mucho a niñas y adultos se ahorrarían mucha plata