De un bulto en la garganta a una llaga: los síntomas tempranos del cáncer de cabeza y cuello

Aunque el cáncer de cabeza y cuello no es de los más frecuentes, se calcula que en el año 2022 se diagnosticaron casi 8.000 casos nada más en España.

A la hora de tratar y de establecer estadísticas, los cánceres que tienen lugar en la boca, en la garganta y en el interior de la nariz se clasifican todos juntos en el grupo de los tumores de cabeza y cuello. Según la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), se estima que sólo en este año se han detectado hasta 7.779 casos de estas enfermedades. Si bien no forman parte de los cánceres más frecuentes en la población, la incidencia de estos tumores tampoco se considera baja.

Uno de los aspectos que más destacan en las estadísticas de este cáncer es el hecho de que afecta en mayor medida a los hombres: del total de los casos que se habrán producido este año, se calcula que 5.643 han sucedido en varones y los 2.136 restantes, en mujeres. El último año sobre el que se conocen datos de mortalidad asociados a estos tumores es el 2020, cuando se produjeron en España un total de 2.399 muertes. En cuanto a la supervivencia a este cáncer, también se observa una diferencia por sexos.

En concreto, la supervivencia neta al cáncer de cabeza y cuello —la probabilidad de sobrevivir tras un tiempo dado desde el diagnóstico, en ausencia de otras causas de muerte— es del 38,2% en el caso de los hombres y del 58,2% en el caso de las mujeres. Aunque los cánceres de cabeza y cuello se pueden dar en zonas muy diferentes, todos ellos cuentan con características similares: la principal de todas estas es que tienen lugar en las células escamosas de las superficies de las mucosas.

Los síntomas

De hecho, los cánceres de cabeza y cuello también se denominan con frecuencia como cánceres de células escamosas. Estas células están repartidas por toda la cavidad oral —incluyendo los labios, las encías, el paladar, la lengua y la zona que hay bajo ella—, por la faringe —que empieza justo detrás de la nariz y continúa hasta el esófago—, la laringe —donde están las cuerdas vocales y la epiglotis—, los senos paranasales, la cavidad nasal e, incluso, en las glándulas salivales. En todas estas partes puede desarrollarse este cáncer.

Por esta razón, los síntomas tempranos de estos tumores se podrán observar en estas zonas. Los que se producen en la boca se suelen diagnosticar en la consulta del dentista y tiene forma de una mancha roja o blanca en las encías, la lengua o la mucosa de la boca; pero también bultos en la mandíbula o sangrado y dolor poco común en esta zona. En la garganta puede manifestarse como un dolor al tragar o persistente en la garganta e, incluso, un zumbido en el oído.

Los cánceres que se manifiestan en la laringe se pueden observar a partir de una dificultad para hablar o, incluso, para respirar. En los senos paranasales y la cavidad nasal puede tener lugar una congestión que no cesa o una sinusitis crónica, también sangrado por la nariz, dolores intensos de cabeza o en los dientes superiores e, incluso, inflamación en los ojos. Por último, los síntomas de estos cánceres en las glándulas salivales se pueden sentir como una hinchazón bajo el mentón, adormecimiento de los músculos de la cara o dolor en el mentón que no cesa.

Las causas

La principal causa de los cánceres que se producen en la cabeza y en el cuello se debe al consumo del alcohol y del tabaco: de hecho, se ha observado que consumir ambas sustancias incrementa el riesgo con respecto a las personas que sólo toman una de ellas. Los cánceres asociados al consumo de estas dos sustancias suelen tener lugar mayoritariamente en la laringe y en la boca. Además, la infección crónica por algunos tipos de virus del papiloma humano (VPH) es otra de las principales causas de este cáncer y, en especial, de orofaringe.

Otras de las causas por las que se puede producir un cáncer en la cabeza y en el cuello es la exposición a algunas sustancias en el entorno de trabajo —como el polvo de madera, el amianto, las fibras sintéticas, el polvo de níquel o los formaldehídos—, exposición a la radiación, la infección por el virus Epstein-Barr —conocido más popularmente como el de la mononucleosis— y por algunos trastornos genéticos.

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