¿Por qué en Venezuela se protesta menos que en otros países de América Latina?
Venezuela, al menos por ahora, no es Bolivia.
La oposición venezolana, liderada por Juan Guaidó, volvió a protestar este sábado en diferentes lugares del país contra el gobierno del «usurpador» Nicolás Maduro.
La marcha convocada en Caracas, en la que Guaidó renovó sus llamamientos a la movilización popular para derribar a Maduro, terminó frente a la embajada de Bolivia, donde el dirigente opositor y el pequeño grupo de seguidores que le acompañó hasta allí cantaron el Himno Nacional.
La elección del punto final de concentración no fue casual.
La oposición venezolana esperaba que la renuncia de Evo Morales como presidente boliviano y su salida del país en medio de acusaciones de fraude electoral y presiones de la cúpula militar animarían a sus seguidores a echarse de nuevo multitudinariamente a las calles contra Maduro, como sucedió en los primeros meses del año, después de que Guaidó se declarara presidente interino y fuera reconocido como tal por Estados Unidos, y la mayoría de países de la Unión Europea y Latinoamérica.
Pero las protestas de este sábado, como otras convocadas últimamente, estuvieron lejos de ser masivas y la permanencia de Maduro en el poder no parece más amenazada que antes.
Los venezolanos, que vivieron grandes manifestaciones y semanas de choques entre detractores del gobierno y sus fuerzas de seguridad en 2013, 2014 y 2017, se abstienen ahora mayoritariamente de participar en protestas de contenido político, una actitud que contrasta con la conflictividad creciente en otros países de la región.
A la caída de Evo Morales en Bolivia, se suman las semanas de contestación a las que se enfrenta el gobierno de Sebastián Piñera en Chile y un inminente paro nacional en Colombia.
Antes de eso, el presidente de Ecuador, Lenín Moreno, tuvo que anular la retirada de un subsidio a la gasolina que había anunciado ante la respuesta que encontró en las calles.
Aunque en Venezuela sigue habiendo con frecuencia pequeñas protestas por la falta de agua, gas o gasolina que sufren sus comunidades, las grandes movilizaciones han dejado de ser la tónica.
Qué impacto ha tenido la negociación fallida
Sabana Grande, en el centro de Caracas, era una de las zonas por las que debía discurrir la caravana opositora convocada por Guaidó para el sábado.
Una de sus partidarias, la profesora jubilada Zuleyma Castro, explicó allí por qué cree que cada vez menos gente le sigue.
«Los meses que se gastaron en negociar con el gobierno le han restado fuerza», indica a la entrada de un centro comercial en el que hay muchos más policías que manifestantes.
La oposición venezolana dejó de convocar protestas en las calles cuando el pasado mayo se inició -con la mediación de Noruega- una negociación con el gobierno.
El proceso fracasó, igual que el celebrado en República Dominicana entre 2017 y 2018, reforzando los argumentos de los sectores del ala más dura de la oposición, encabezados por María Corina Machado y su partido Vente Venezuela, que rechazan cualquier negociación con el gobierno.
Marielena Martínez, otra de las personas que sí iba a manifestarse en la zona de Chacaíto, cree que el diálogo fallido hizo aflorar «divisiones en la oposición».
Por qué se cuestiona el liderazgo de Guaidó
Guaidó volvió a prometer este sábado «mantener la protesta hasta lograr la libertad».
La señora Castro sigue creyendo en el liderazgo del dirigente de Voluntad Popular. «¿A quién vamos a poner en su lugar?», se pregunta. Pero encuestadoras como Delphos detectan ya un descenso de su crédito entre la población.
Su rival Maduro tampoco sale favorecido en los sondeos y en las marchas progubernamentales, muchos de los asistentes suelen ser empleados públicos o pensionistas que reciben alguna compensación por acudir.
La desmovilización afecta a ambos bandos.
Robinson Paternina acudió a las marchas convocadas por Guaidó a comienzos de año, pero este sábado BBC Mundo lo encontró haciendo cola en una licorería de la zona de Bello Monte. «Antes había un río de gente en las marchas, pero ya no lo hay, porque no hay líderes», dijo.
Pese a que a principios de año, Guaidó trató de descabalgar al chavismo mediante acciones fulgurantes y de impacto, como el intento de ingreso de la llamada «ayuda humanitaria» el 23 de febrero o el frustrado levantamiento militar del 30 de abril, ahora insiste en que «no hay una fecha mágica».
Pero en un país con una historia llena de golpes militares y caudillos que lo gobernaron de manera autoritaria resulta difícil hacer que ese mensaje cale.
El propio Paternina reclama dirigentes que «hagan lo que hay que hacer, que digan que vamos a matarlos o a que nos maten».
«Como en Bolivia», concluye.
Cómo influye la política internacional
Las alusiones a Bolivia se repiten estos días.
A la hora en que Guaidó cerraba su marcha frente a la embajada boliviana, los seguidores del gobierno escuchaban en la otra punta de la ciudad a Diosdado Cabello, uno de los más poderosos dirigentes chavistas, clamar contra «el golpe de Estado» que derrocó a Evo Morales.
Marchas de la oposición y contramarchas del gobierno son una constante en la historia reciente de Venezuela.
Pero en unas y en otras cada vez se ve menos gente.
Josefina, hoy jubilada del sector del turismo, era asidua a las concentraciones del chavismo. Ha perdido esa vieja costumbre.
«Una marcha y marcha y al final todo sigue igual», cuenta, mientras busca el puesto de fruta con el mejor precio en un mercadillo de la avenida Baralt, a poca distancia del Palacio de Miraflores. Ella, como tantos otros se queja de lo dura que se ha vuelto la vida en el país, golpeado por una grave crisis económica.
El efecto contagio de Bolivia que anhelaba la oposición no se ha producido, al menos de momento.
Si Morales renunció cuando el alto mando militar y policial de su país le pidió que lo hiciera, en Venezuela, salvo esporádicas deserciones, las Fuerzas Armadas continúan del lado del gobierno.
Geoff Ramsey, analista del centro de análisis Washington Office of Latin America, indica que «Maduro construyó muchos lazos con los militares y ha mostrado mucha más habilidad para controlarlos que Morales».
La falta de concreción de las amenazas de Estados Unidos contra Nicolás Maduro ha sido otra de las razones que han hecho desinflarse a la oposición.
Washington repitió muchas veces aquello de que «todas las opciones están sobre la mesa» para derribar a Maduro, lo que parecía abrir la puerta a una intervención militar en Venezuela.
Pero el paso de los meses ha dejado claro que el gobierno de Donald Trump no va a ir más allá de la imposición de sanciones y la presión diplomática contra el mandatario chavista.
Aunque ha agravado sus problemas económicos, nada de eso ha servido para hacer caer al gobierno.
Cómo impactan la represión y la crisis
La noche antes de la movilización convocada para este sábado, encapuchados con armas largas irrumpieron en una oficina del partido de Guaidó en Caracas. Según quienes estaban allí, encañonaron a los presentes, les robaron sus pertenencias, y causaron destrozos.
Fue el último ejemplo de la intimidación y violencia que sufren con frecuencia los seguidores de la oposición.
Cuando en febrero, Guaidó movilizó a sus seguidores hacia la frontera con Colombia para apoyar la entrada de los insumos donados por sus aliados internacionales, grupos motorizados armados dispararon en la zona donde se hallaban los activistas sin que la Guardia Nacional, ampliamente desplegada allí, hiciera nada por impedirlo.
Un informe de la alta comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, reportó múltiples casos de «uso excesivo de la fuerza» contra los manifestantes por parte de las fuerzas de seguridad.
En una visita a Caracas, Bachelet dijo que también los seguidores del gobierno habían sido objeto de agresiones en el marco de las protestas, pero finalmente no incluyó ese extremo en su informe.
El peligro intrínseco a manifestarse también ha contribuido a disuadir a muchos de participar.
«Con las marchas no se gana nada y además se expone uno a que le caiga un perdigonazo», dijo Josefina, que prefiere que no se difunda su apellido.
Son muchos los venezolanos que, en estos duros momentos para ellos, ven prioritarias otras batallas.
Robinson Paternina dijo: «Antes me lo podía permitir, pero ahora no puedo perder un día de trabajo para asistir a una marcha».
Josefina corrobora: «Mi marcha todos los días es para encontrar el agua y el gas, que no llegan a mi casa. No puedo perder el tiempo en otras cosas».