A pesar de los desafíos, destacó en la escuela y fue aceptado en Harvard en 2009, donde estudió psicología clínica y se graduó en 2013.
Sin embargo, su estatus migratorio siempre fue un obstáculo. Aunque solicitó protección la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés) y una visa VAWA (Ley de Violencia contra la Mujer) debido a la violencia que sufrió en su infancia, las restricciones legales y su entrada irregular al país le impidieron regularizar su situación.
Debido a esta situación, el miedo a la deportación se convirtió en una constante en su vida. Cada golpe en la puerta, cada patrulla en la calle, cada noticia sobre redadas migratorias aumentaron su ansiedad.
“Nunca fue nuestra intención irnos en estas circunstancias. Nos fuimos, básicamente, huyendo”, confesó Irving.
La pareja decidió viajar a Puerto Vallarta, México, donde finalmente encontraron seguridad y una cálida bienvenida.
“Todos nos decían: ¡Bienvenidos de vuelta a casa! ¡Pertenecen aquí!”, relató Francisco, aunque el dolor de dejar atrás a Estados Unidos sigue presente.
Ahora, en México, Francisco e Irving intentan reconstruir sus vidas. Aunque el miedo y la tristeza persisten, también encuentran espacio para la esperanza.
Francisco expresó que espera algún día regresar a Estados Unidos, criar a sus hijos con Irving y, con suerte, enviarlos a Harvard.
Vía caraota