La epidemia en la que los enfermos no podían parar de bailar
En el verano de 1518, Estrasburgo, ciudad de la histórica región de Alsacia, fue escenario de un fenómeno tan desconcertante como aterrador. No se trataba de la peste, una guerra o una hambruna. Lo que paralizó a la población fue una epidemia de baile incontrolable que llevó a cientos al agotamiento extremo y, en algunos casos, a la muerte. A más de cinco siglos de distancia, la llamada “epidemia del baile de San Vito” continúa siendo un enigma para la ciencia y la historia.
Todo comenzó el 14 de julio de 1518, cuando una mujer conocida como Frau Troffea salió a la calle y empezó a bailar de manera frenética. No había música ni celebración que justificara sus movimientos erráticos. Durante días, su cuerpo pareció impulsado por una fuerza invisible que la mantenía en un trance agotador. Aunque los vecinos y su familia intentaron detenerla, fue en vano. Su extraño comportamiento no solo continuó, sino que contagió a otros.
A finales de julio, más de 30 personas estaban atrapadas en el mismo frenesí, y en agosto, el número alcanzó los 400. Hombres, mujeres e incluso niños se contorsionaban sin descanso en una coreografía que desafiaba la lógica. Las consecuencias no tardaron en aparecer: agotamiento físico, colapsos, infartos y hasta derrames cerebrales llevaron a algunos a una muerte que parecía inevitable.
Escenarios y músicos: Un remedio peor que la enfermedad
Desconcertadas, las autoridades locales recurrieron a los médicos de la época, quienes descartaron teorías sobrenaturales y atribuyeron el fenómeno a un “recalentamiento de la sangre”. En un intento desesperado por controlar la situación, decidieron facilitar el baile en lugar de prohibirlo: se instalaron escenarios y se contrataron músicos, creyendo que bailar hasta la extenuación sería la cura para esta extraña dolencia.
Lejos de mitigar el problema, la música intensificó el frenesí. La plaza pública de Estrasburgo se convirtió en una macabra pista de baile, donde el espectáculo era tan aterrador como incomprensible. Sin embargo, tan abruptamente como comenzó, el fenómeno terminó. Los sobrevivientes recuperaron la calma, pero no dejaron respuestas detrás.
Qué provocó realmente la epidemia de baile de Estrasburgo
A lo largo de los siglos, se han planteado varias hipótesis sobre lo ocurrido. Algunos investigadores sugieren que podría haber sido causado por una intoxicación con cornezuelo del centeno, un hongo alucinógeno que afecta al grano y puede inducir convulsiones. Sin embargo, los síntomas observados no coinciden completamente con esta explicación.
Otros expertos apuntan hacia una forma extrema de histeria colectiva, desencadenada por el estrés y la pobreza de la época. Según el historiador John C. Waller, autor de “A Time to Dance, a Time to Die”, el miedo a una plaga sobrenatural pudo haber generado un efecto psicosomático en la población, provocando los síntomas físicos reales de esta epidemia.
No sería el único caso registrado: epidemias similares se documentaron en Alemania en los siglos XI y XIV, y en épocas más recientes, como el episodio de histeria colectiva en una escuela secundaria de Kenia en 2010, donde el estrés académico desató comportamientos que parecían movimientos de baile.
La epidemia de baile de 1518 permanece envuelta en misterio. ¿Fue una intoxicación masiva? ¿Un ejemplo extremo de psicosis colectiva? ¿O quizás algo más allá de nuestra comprensión, como creyeron los aterrados habitantes de Estrasburgo?
Lo único cierto es que aquel verano, la ciudad vivió una danza que desafió las leyes de la lógica y dejó una huella imborrable en los anales de la historia. El caso de Estrasburgo sigue siendo uno de los episodios más desconcertantes de la historia. A pesar de los avances en la ciencia y la psicología, el motivo exacto de esta extraña epidemia sigue envuelto en un aura de misterio. Lo cierto es que los síntomas empezaron a desaparecer cuando los afectados anduvieron en procesión hasta la ermita de San Vito, un joven mártir del siglo III que murió sumergido en un caldero de aceite hirviendo, por cortesía del entonces emperador romano Diocleciano. Una cosa es segura: Estrasburgo fue testigo en el siglo XVI de un espectáculo que desafió toda lógica, una danza de la muerte que quedó grabada en los anales de lo inexplicable.
Vía lapatilla
Eso si esta bien raro!!!