La mujer de hace 4.000 mil años encontrada en la Isla de Margarita (+Fotos)

Los restos humanos más antiguos hallados en Venezuela y quizás del caribe son de una Margariteña.

En el año 2008, en la costa noreste de la isla de Margarita, maquinaria pesada que se encontraba realizando trabajos de vialidad desenterró accidentalmente material arqueológico.

‘La Mujer de Margarita’ los restos humanos más antiguos de Venezuela.

El análisis osteoarqueológico (estudio metódico de su esqueleto) indicó que ‘Margarita’ tenía una edad al morir de entre 25 y 35 años, estatura promedio calculada por métodos antropofísicos de entre 1,60 y 1,65 m (relativamente alta) y poseía un cráneo tipo Dolicocráneo (alto y angosto), diferente al fenotipo de la mayoría de los indígenas actuales (mesocráneo o de cara redonda), con dentadura Sinodonte (dientes incisivos tipo pala) perteneciente a grupos mongoloides descendiente de las migraciones realizadas por el estrecho de Bering.

Murió probablemente por una herida en el hueso frontal del cráneo realizada por un arma lítica enmangada la cual se pudo reconstruir a partir de un trozo lítico incrustado en su cráneo y registros de la lítica asociada de la excavación.

Adicionalmente, ‘Margarita’ fue enterrada acostada sobre su lado izquierdo con ofrendas fúnebres compuestas por múltiples lascas de piedra que cubrían su parte superior y abundante ocre rojo (polvo rojo ceremonial), material lítico y conchas de molusco colocadas en una de sus manos.

Fue cuidada por varios días antes de morir, lo que sugiere un apoyo por parte de su grupo y creencias en ritos funerarios en época tempranas del desarrollo cultural de los indígenas en Venezuela.

La mujer de Margarita, es una representante de los arcaicos precerámicos del meso indio portadores de la cultura manicure de la isla de Margarita de 4000 AP.

¿Cómo dieron con La Mujer de Margarita?

El arqueólogo fue retenido por la policía en una calle de Porlamar, isla de Margarita. Acababa de salir de la zona de excavación. Llevaba en los contenedores varias bolsas con el material arqueológico encontrado, incluyendo restos humanos. Se hallaban en el fondo. “¡Que no revisen el fondo, que no revisen el fondo!”, pensaba. En caso de encontrarlos y pese a cumplir con todas las medidas de conservación y los permisos gubernamentales, lo más probable era que lo tomaran por homicida. Aunque los huesos tuvieran de 800 a 4.000 años.

Los oficiales revisaron buena parte del material, pero pronto se fastidiaron.

—¿Para qué carajo lleva tantas piedras?

—Me gusta coleccionarlas.

Mirándolo con desconcierto, lo dejaron ir.

Todos los años pasaba sus vacaciones navideñas junto a la familia en Margarita. En las idas a la playa, siempre terminaba explorando las montañas. Gracias a su formación, su mirada mutó. Si antes veía una simple roca al ver una roca, ahora detallaba si tenía rastros de intervención humana o de contener algún trozo de hueso. Si veía un camino, era capaz de detectar huellas o vestigios de asentamientos. Fue visualizando objetos prehispánicos.

Sus viajes decembrinos cambiaron. Empezó a hacer prospecciones: recorridos donde buscaba verificar la existencia de material. Encontró herramientas líticas, objetos utilizados por culturas de hace miles de años para usos como la cocina o la cacería. Solía ir con sus hijos. Dado que los antiguos pobladores de la isla acostumbraban a tirar las piedras usadas, había piezas por toda la zona.

Envió algunas de las muestras recolectadas a un laboratorio donde se detectaron vestigios de uso humano, además de hallarse restos microscópicos de huesos y de conchas de caracol. Eso se conoce como análisis lítico. Envió fotos a sus profesores de Inglaterra, y estos le respondieron que parecían hechas en Europa o África, no en el Caribe. Nacieron algunas preguntas: ¿Quiénes hicieron esas piezas? ¿Cuándo llegaron a Margarita? ¿Cuánto tiempo estuvieron allí?

En 2006, ya graduado, Lemoine creó la Fundación Arqueológica del Caribe para poder mantener colecciones, solicitar permisos legales y llevar a cabo proyectos arqueológicos. La institución implementó un mecanismo para recibir apoyo económico de forma transparente: no recibe dinero directamente, sino que solicita a los donantes pagar costos de materiales y servicios.

Bajo el sello de la fundación, Luis Lemoine reunió un equipo de especialistas para los proyectos. Entre el 2008 y el 2011, viajaron a la isla por períodos de aproximadamente tres semanas. Hacían tres viajes anuales y presentaban informes al Instituto de Patrimonio Cultural. De a poco, fueron desenterrando evidencias: fogones, huesos, restos de animales devorados, herramientas. Un arqueólogo depende del azar. Nunca sabe si encontrará material al excavar en un lugar, por lo que muchas veces esos procesos suelen ser frustrantes.

En su cuarto año, Lemoine encontró un letrero perturbador: “Próxima autopista en la zona”. Tragó saliva. Pero los camiones no aparecieron, así que, al principio, pensó que se trataba de una promesa vacía. Tiempo después aparecieron las maquinarias. Envió una carta de alerta al Instituto de Patrimonio Cultural. Esa playa estaba ubicada en una zona rural, con varias calles; no se justificaba ese proyecto. Luis tenía sospechas. Por eso no lo tomó por sorpresa recibir una llamada del IPC en la que le informaron que, aunque enviaron a un representante de la institución para detener la obra, solo recibieron un “no” amenazante. Él mismo decidió ir con su equipo. Al llegar, buscó al capataz.

—Ya les dijimos que no. Basta de insistir —respondió aquel.

Los amenazaron con sacarlos a la fuerza. Sin embargo, logró establecer un acuerdo: dado que ese día era jueves, la construcción se iniciaría el lunes. Viernes, sábado y domingo, Luis y su equipo realizaron una planificación veloz para realizar una labor de emergencia. Excavaron calicatas de 2×2 metros —agujeros cuadrados— al azar, procurando encontrar material de valor. Hallaron tres secciones, cada una con un color particular, con evidencia de tres períodos distintos: estaban   tres restos humanos, siendo el más antiguo de 4.000 años, el intermedio de 2.400, y el más reciente de 800.

El lunes, mientras las máquinas removían tierra, los arqueólogos iban rescatando los materiales que aparecían. Al salir, aunque consiguió contenido importante a último momento, Lemoine se sentía devastado. Se hubiera podido extraer mucha más información. El lugar pudo haberse convertido en un parque arqueológico. Ahora vería destruido aquel espacio al que dedicó años de investigación.

Arqueólogo Luis Lemoine

Sobreponiéndose a la frustración, se dedicó a analizar los materiales. Esta vez sería para evaluar pruebas finales. Cada pieza fue enviada para la datación de carbono, una técnica que determina la antigüedad a partir de procesos químicos, entre otros análisis. Lemoine y su equipo habían realizado una “excavación contextualizada”, la cual persigue la extracción de todo el material para recrear el contexto original. Los datos fueron vitales.

“Hay dos tipos de fenotipos craneales prehispánicos: el mesocráneo, que es ancho y bajo, y procede de la Polinesia; el otro es dolicocráneo, que es angosto y alto, y procede de las migraciones del Estrecho de Bering. El esqueleto más antiguo era dolicocráneo y sus dientes incisivos tenían una concavidad interna. El tercero también era dolicocráneo, pero con características del mesocráneo, lo que implica una posible mezcla genética entre los primeros pobladores y otros grupos”.

El esqueleto que estaba a cuatro metros de profundidad tenía pocas herramientas alrededor; el segundo tenía más herramientas, algunas hechas con conchas de caracol. El tercero tenía restos de cerámica, conchas marinas y fogones. La correlación de los tres era la evidencia de que existió una transición cultural de la etapa meso-india a la neo-india. En un principio fueron seminómadas, y con los siglos se convirtieron en pescadores sedentarios que vivían en un poblado de manera más permanente.

Hasta ahora, el esqueleto de 4.000 años recuperado en la excavación realizada en Margarita es el resto humano de más antigüedad descubierto en Venezuela. Si se ha extraído un ejemplar aún más antiguo, por el momento, no ha salido a la luz pública.

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De la bichología a la arqueología

En su adolescencia, Luis Lemoine pasaba los fines de semana recorriendo las montañas caraqueñas. Para disgusto de su madre, solía recopilar todo lo que encontraba: huesos de animales, objetos abandonados, minerales extraños. Sus amigos lo llamaban bichólogo. En 1977, a sus 15 años, andando por lo que hoy es el Parque Recreacional Cuevas del Indio, se adentró en una caverna. Apenas llevaba consigo una linterna para abrirse paso en la oscuridad. Encontró una roca color naranja, con protuberancias que nunca había visto. No sabía que estaba ante su primer hallazgo científico.

Al graduarse del colegio, Luis no estudió arqueología para buscar una carrera más sustentable. En su lugar, eligió Ingeniería Electrónica en la Universidad Simón Bolívar. Sin embargo, en el campo profesional, encontró un área que guardaba una inesperada relación con su pasión por las exploraciones: como informático, se abocó al diseño de centros de datos. Y estas edificaciones, dedicadas a almacenar y procesar información mediante fibra óptica, antenas, cables, y computadoras especializadas, son las que permiten los servicios de internet y telefonía. Aunque no siempre se vean, están en todas las ciudades. Para eso, es importante escoger una locación de pocos riesgos, que no se derrumbe ante un sismo, por lo que es necesario analizar los suelos, así como las características geográficas y climáticas del área escogida.

Se casó con Juliana y tuvo dos hijos. En el año 2000, a los 37 años, decidió estudiar la carrera frustrada. Aunque Luis había leído mucho sobre arqueología, y también sobre antropología, no podía realizar la maestría en el área, por carecer de educación formal. La Universidad de Leicester, Inglaterra, le ofreció cursar el pregrado en Arqueología. Para ingresar, debía escribir un texto sobre la materia, en inglés. Gracias a la cantidad de libros que había leído al respecto, logró superar la prueba y conseguir una beca.

En modalidad virtual, Luis cursó la carrera sin dejar su vida laboral. El pensum era, principalmente, científico y técnico, aunque no dejaba de lado lo humanístico. Igual se vio obligado a sufragar los viajes que debía realizar a fin de cumplir con el trabajo de campo junto a sus profesores y compañeros: participó en excavaciones en las abadías y cementerios de la zona medieval de Whittlewood, en Northamptonshire, Inglaterra.

¿Qué es exactamente la arqueología?

La arqueología es una ciencia que busca el entendimiento del pasado de la humanidad mediante sus vestigios materiales: huesos, herramientas, arquitectura, etc. Como disciplina, se relaciona directamente con la antropología —que busca entender al ser humano en sus contextos grupales y culturales—, y con la historia —que persigue la reconstrucción cronológica de los eventos pasados—. Toda investigación arqueológica parte del patrimonio que se descubre y estudia.

Hay quienes creen que el arqueólogo busca huesos de dinosaurios y de otros animales prehistóricos, cuando en realidad, esa función le corresponde al paleontólogo. La arqueología se centra en la humanidad. Si se encuentran los restos de una criatura de hace milenios que muestra signos de haber sido domesticada o cazada, entonces ese descubrimiento puede interesar a ambos científicos.

Un arqueólogo es un rescatista y a su vez un forense del patrimonio. Su actividad no se limita al descubrimiento —muchas veces este se da por accidente, habitualmente en trabajos de construcción—, sino que debe analizar el material encontrado. Algunos métodos de análisis pueden ser realizados por el arqueólogo directamente, otros, se hacen en laboratorios.

Los datos obtenidos por los laboratorios sirven al arqueólogo para realizar otros análisis y para establecer conexiones entre diferentes materiales. Si se encuentra una balsa y una vasija en un mismo lugar, se analiza si habrían sido hechas por los mismos pobladores; a los fines, se recrean contextos y procesos culturales para entender el pasado, y se busca la correcta interpretación del patrimonio.

 El Consejo Internacional de Monumentos y Sitios, ICOMOS, (institución ligada a la UNESCO), en su Carta internacional para la gestión del patrimonio arqueológico, destaca la cualidad informativa de este tipo de patrimonio.

“El ‘patrimonio arqueológico’ representa la parte de nuestro patrimonio material para la cual los métodos de la arqueología nos proporcionan la información básica. Engloba todas las huellas de la existencia del hombre y se refiere a los lugares donde se ha practicado cualquier tipo de actividad humana, a las estructuras y los vestigios abandonados de cualquier índole, tanto en la superficie, como enterrados, o bajo las aguas, así como al material relacionado con los mismos”.

Los límites del patrimonio arqueológico son difusos. Si un arqueólogo encuentra los restos de una edificación, una escultura de dos siglos o los restos de un poblado, entran a colación otros tipos de patrimonio: arquitectónico, artístico o histórico. Es un bien público, que puede ser utilizado con diferentes fines. Existen museos y parques arqueológicos que están al aire libre, como lo es Taima-Taima (Estado Falcón), y otros que se ubican dentro de establecimientos.

—Todos los países tienen su museo arqueológico. Son, por supuesto, de gran atractivo turístico. La arqueología aporta mucho al acervo cultural. Pero no es un producto que dé resultados rápidos —comenta Lemoine.

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Libertad

Deberían difundir esta información, Margarita tiene evidencias prehistoricas que han sido ignoradas.