El factor oculto que está aumentando el riesgo de infarto y sobre el que alertan los cardiólogos
La Asociación Americana del Corazón, la principal sociedad para la cardiología en Estados Unidos, maneja una lista de siete parámetros de riesgo cardiovascular, la Life’s Simple 7 (LS7). Estos ‘siete mandamientos’ incluyen el tabaquismo, la dieta, la actividad física, el Índice de Masa Corporal (IMC), la hipertensión, el colesterol total y el nivel de glucosa en ayunas. Ahora, tras una revisión publicada en su revista científica, abogan por incluir un octavo: las horas de sueño.
Los investigadores emplearon una muestra de aproximadamente 2.000 participantes en el Estudio Multiétnico de Aterosclerosis (MESA por sus siglas en inglés), un ensayo en desarrollo en EEUU que evalúa los factores de riesgo para las enfermedades arteriales y cardíacas, así como los factores de riesgo cardiovascular. Los voluntarios eran de mediana edad o mayores, se sometieron a un examen de sueño y proporcionaron datos sobre sus hábitos a la hora de dormir.
Se incluyeron múltiples medidas indicativas del nivel de calidad del descanso, como las horas dormidas, su eficacia, la regularidad, la somnolencia diurna y los trastornos del sueño. Como parámetro idóneo, se calculó que los voluntarios debían dormir al menos siete horas cada noche, pero no más de nueve. “Incluso un índice cardiovascular que solo mida la duración del sueño, la medida más habitual y fácil de obtener, ya sirve para predecir la incidencia de problemas cardiovasculares”, explica la autora principal, la Dra. Nour Makarem, profesora asistente de epidemiología en la Escuela de Salud Pública Mailman de la Universidad de Columbia.
Un índice que incluya las “múltiples dimensiones” relativas a la higiene del sueño, como los “problemas leves pero muy prevalentes” para domir, se asocia con un valor predictivo aún mayor, prosigue Makarem. Así, se determinó que el 63% de los participantes dormía menos de siete horas, y el 30%, menos de seis. El 39% sufría una alta variabilidad en la duración del sueño de una noche para otra, el 14% padecía de excesiva somnolencia diurna, un 36% presentaba síntomas de insomnio severo y en un 47% se detectó apnea del sueño, fuera moderada o grave.
Los investigadores determinaron que una duración breve del sueño se correlacionaba con un sueño de baja eficiencia -dormir menos del 85% del tiempo que pasamos en la cama con la luz apagada-, patrones de sueño irregulares, somnolencia diurna excesiva y apnea del sueño. Aquellos que dormían menos horas mostraban igualmente una mayor incidencia de problemas de salud como el sobrepeso y la obesidad, la diabetes de tipo 2 y la hipertensión, todos ellos factores acumulativos que conducen a un mayor riesgo cardiovascular.
“Los profesionales de la salud deberían controlar los patrones de sueño de sus pacientes, conversar sobre los problemas para dormir que puedan tener, y concienciarles sobre la importancia de priorizar el descanso de calidad para prevenir la enfermedad cardíaca y los accidentes cerebrovasculares“, valora Makarem. Esta medida, insisten los investigadores, debería formar parte de los parámetros de salud pública que se emplean para controlar y atajar los problemas como la aterosclerosis, responsable del 60% de los infartos y anginas de pecho.
Comentando este trabajo, el Dr. David Goff, director de la División de Ciencias Cardiovasculares, parte del Instituto Nacional para el Corazón, Pulmón y Sangre de EEUU, confirma la importancia de la monitorización del sueño como herramienta de prevención de problemas de corazón. “Reconocer que el sueño forma parte integral de la salud cardiovascular es un paso adelante para reducir el impacto de estas enfermedades, la primera causa de muerte en todo el mundo, y un factor de desigualdad sanitaria”.