Llevamos décadas preocupados porque el mal uso de los antibióticos creaba superbacterias. Había algo más: el cáncer
43.370 casos. Esos serán los cánceres de colon y recto que se diagnosticarán en España este 2022, según la Sociedad Española de Oncología Médica. Y es que, aunque suele pasar desapercibido, hablamos de uno de los cánceres con más prevalencia en el país. No es el más letal: porque, si se detecta a tiempo, en torno a un 90% se puede tratar con éxito, pero aun así 15.000 personas fallecieron por ellos en 2020, el último año en que tenemos datos.
Los factores de riesgo son múltiples Y, más allá de las predisposiciones genéticas, todos tienen que ver con nuestros hábitos y comportamientos. Cosas como el sobrepeso y la obesidad, el sedentarismo o el consumo abusivo de carnes rojas y procesadas, alcohol o tabaco están detrás del enorme crecimiento de la enfermedad en los últimos años. No obstante, en los últimos años, cada vez más estudios plantean algo más: el consumo abusivo, sí; pero de antibióticos.
Y acabamos de encontrar uno más. En los últimos meses, varios estudios están poniendo encima de la mesa la relación entre el consumo de antibióticos y este tipo de cáncer. Hace un par de años, un equipo de investigadores británicos estudiaron a unas 40.000 personas y descubrieron que el consumo prolongado de estos medicamentos disparaba el riesgo a padecer cáncer de este tipo. De la misma forma, a principios de año, la revista científica Journal of the National Cancer Institute encontraron un fenómeno parecido con un estudio en Suecia de 240.000 personas. Las conclusiones de este último señalaban que quienes consumían antibióticos de forma estable (más de seis meses) tenían un 17% más de riesgo.
¿Por qué es importante? Como señalaba Nuria Usero, llevamos muchos años alertando contra el uso indiscriminado de los antibióticos porque están detrás de la aparición de bacterias superresistentes. Es decir, tratamos de restringir su uso porque cuando más los usamos, menos efectivos se vuelven: esto es algo de lo que ya avisó el mismo Fleming en su discurso de recepción del Nobel. Era 1945, solo 15 años después de descubrir la penicilina.
Sin embargo, este riesgo es difuso y aunque es un problema muy grande (cada vez más grande) no es fácil de visualizar porque su efecto tiende a ser, sobre todo, poblacional. En este caso hablamos de problemas a largo plazo de los antibióticos sobre aquellos que abusan de ellos y, por supuesto, la cosa cambia. Primero, por las consecuencias negativas que pueden generarle a unos medicamentos con tan buena (y justificada) imagen tienen; y, segundo, porque nos dan más argumentos de cara a racionalizar el uso de los antibióticos.
¿Por qué pasa esto? En general, los investigadores coinciden que el problema viene de la microbiota. Nuestro sistema digestivo es un delicado ecosistema en el que numerosas bacterias conviven en “paz y armonía”. Desde hace años sabemos que la flora intestinal tiene un papel clave en la salud del organismo y, todo parece indicar, que el uso indiscriminado de antibióticos podría afectar, desequilibrar y dañar nuestros “microecosistemas” digestivos a largo plazo (y, como consecuencia, nuestra salud).
Un riesgo pequeño, pero un recordatorio enorme. Por lo que sabemos hasta ahora, el riesgo vinculado a los antibióticos es menor que el de otros factores de riesgo como la inactividad física o el consumo de carne, alcohol y tabaco. No obstante, dista mucho de ser anecdótico. Se trata de un recordatorio sobre el carácter de los antibióticos: herramientas poderosísimas, pero que como todas las herramientas también tienen efectos secundarios. Sobre todo, si no los usamos correctamente.