Así es la secta española “Las Doce Tribus” en la que murió un niño de tres años por beber agua oxigenada


Una de las actividades de las Doce Tribus – docetribus.com

La muerte de un niño de tres años tras ingerir agua oxigenada ha conmocionado a Navarra, comunidad en la que se encuentra Corella. El niño y su familia pertenecen a las Doce Tribus, un grupo de personas que por apariencia y forma de vida estarían a mitad de camino entre los jipis de los 70 y los Amish americanos.

Son antivacunas y en sus casas no hay televisores, ni radios, ni ordenadores. Siguen los preceptos del evangelio de Yahshua y se dedican a la producción y venta de alimentos ecológicos. De hecho, la nave dedicada al aceite ecológico era propiedad de la comunidad.

En Corella se calcula que viven aproximadamente una veintena de personas entre menores y adultos. Uno de ellos es Prudencio.

Aparentemente es la única persona autorizada a hablar con personas del exterior porque, en una primera llamada, una mujer nos indica que mejor llamar más tarde cuando se encuentre una «persona que puede hablar». En una segunda conversación, Prudencio nos explica que están «tristes y dolidos» por el trágico fallecimiento y que espera que sus creencias en Dios les ayuden a sobrellevar el trago pero declina darnos detalles sobre su forma de vida.

«Hacen una interpretación del testamento bíblico a la vieja usanza», explica Juantxo Domínguez, presidente de la Red de Prevención Sectaria y del Abuso de Debilidad (RedUNE), de ahí que las mujeres tengan algunas limitaciones. En la práctica implica, además, vivir aislados, sin apenas contacto con la sociedad y sin acceso a las nuevas tecnologías.

Para Domínguez, que como la policía también piensa que la ingesta de agua oxigenada fue accidental, lo más preocupante es la situación de «indefensión» en la que se encuentran los menores. Porque los niños no están escolarizados y, según alertan desde RedUNE, tampoco se les permite llevar una vida de niños. «El juego infantil no existe», confirma. Los niños no tienen acceso ni a juguetes, ni a muñecos, ni a peluches y desde muy pequeños se les obliga a trabajar para la comunidad.

Tampoco tienen acceso a libros, y la única formación que reciben es la que imparte la propia comunidad. De ahí que muchas veces quienes consiguen abandonar la secta no tengan más que una formación básica que se limita a leer y escribir y a operaciones matemáticas esenciales.

Un buen ejemplo del aislamiento en que viven es lo ocurrido con una familia de San Sebastián. Un padre logró abandonar el grupo con sus tres hijas que no conocían otra cosa que la comunidad. Domínguez asegura que tardará en olvidar la cara ilusión que pusieron cuando vieron por primera vez dibujos animados en una proyección del Festival de Cine de San Sebastián.

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