Libaneses se ven obligados a separarse de sus mascotas por la crisis
La crisis del Líbano ha obligado a sus ciudadanos a tener que separarse de sus mascotas. Tal es el caso de Ibrahim al Dika, quien se quedó sin empleo y tuvo que vender a su perra que había adoptado cuando tenía dos meses, un año después, para poder reembolsar un crédito bancario.
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«Llegó un momento en que no podía comprarle comida. Y el banco me presionaba, estaba entre la espada y la pared», justifica este extrabajador del textil, mientras contempla el hueco vacío que ha dejado su pastor, Lexi.
«Vendí una parte de mí. Es un alma, no es un auto o un teléfono», lamenta este joven de Beirut de 26 años, que apenas logra retener las lágrimas.
En un Líbano en crisis, ¿existen los medios para mantener un animal de compañía? Según algunas asociaciones, cada vez más familias se ven abocadas a este interrogante, por la espiral inflacionista.
Desde el otoño de 2019, decenas de miles de libaneses han perdido su empleo y se enfrentan a la fuerte depreciación de la libra, que ha desplomado su poder adquisitivo.
Tras la muerte de su padre, la marca de ropa que empleaba a Ibrahim cerró en 2020. Desde entonces, lucha para cubrir las necesidades de su madre y su hermano.
A principios de mayo, vendió a Lexi a una pareja, tras un año de paseos y de haberla adiestrado.
Poco después de su separación, cuando fue a visitarla, Lexi creyó que iba a volver con Ibrahim.
«Saltó directamente en mi coche», recuerda el joven. «La forma cómo me miró, me rompió el corazón».
– «Prioridad a los hijos» –
En un país donde más de la mitad de la población vive actualmente en la pobreza, muchos hogares cuentan con la ayuda de las oenegés.
Las familias que tienen un animal doméstico son excepción.
Muchas personas interrogadas por la AFP aseguran que el coste de la comida de perro importada se ha quintuplicado: el precio de una bolsa de una marca de gama alta supera a veces el salario mínimo de 675.000 libras (unos 447 dólares al cambio oficial).
Amal Ramadan, de 39 años, solía hacer donaciones a una asociación de ayuda a los animales. Ahora es ella la que recibe gratuitamente croquetas para Fluffy y Nelly, un cachorro de cinco años y un pitbull de seis.
«Mis ingresos no bastan para alimentar a mis perros», dice esta viuda, madre de dos hijos.
Para cubrir las necesidades de su familia, acumula pequeños trabajos, ya que su salario en una agencia de alquiler de vehículos se ha hundido: equivale hoy a 120 dólares frente a los 1.000 de antes.
Amal asegura que está determinada a no abandonar a sus compañeros pero no es el caso de todo el mundo.
Los abandonos aumentan, lamenta Ghada al Khatib, voluntaria en una perrera del sur de Líbano.
«La gente no tiene medios para alimentar a sus perros», dice esta peluquera de 32 años que vigila una perra que respira con dificultad tras haber sido encontrada en un vertedero.
«Cuando alguien nos trae uno, nos dice, ‘la prioridad son mis hijos’».
– «Un día o dos sin comer» –
El propietario del establecimiento, Joe Okdjian, describe la situación como catastrófica. Él mismo no sabe dónde encontrar el dinero para alimentar a los 90 animales que acoge.
«A veces pasan un día o dos sin comer», reconoce con tristeza el joven de 28 años, cuyo refugio funciona gracias a donaciones.
Cada semana, Souraya Mouawad, fundadora de la organización Animals Pride and Freedom, recibe dos o tres llamadas telefónicas de personas que buscan un lugar de acogida para su animal.
Algunos emigran para huir de la crisis, otros se mudan a apartamentos más pequeños. Otros alegan «razones personales», dice.
Pero también se producen pequeñas victorias. Como otras asociaciones, Animals Lebanon envía animales domésticos al extranjero donde tendrán un nuevo amo.
En el refugio de esta organización en Beirut, dos gatos están tumbados en un cojín. Atropellado por un automóvil, Hips tiene la parte trasera paralizada. A Eduard lo abandonaron en noviembre. Pero pronto van a tomar el avión para irse a vivir a Estados Unidos.
Con información de Cactus 24