Conozca los aportes científicos del Dr José Gregorio Hernández, pioneros para Venezuela
Poco tiempo después de su recibirse como médico en la Universidad Central de Venezuela (UCV), el Estado venezolano becó a José Gregorio Hernández para que estudiara en Europa disciplinas como microbiología, histología, patología, bacteriología y fisiología experimental.
A su regreso, trajo consigo instrumentos y equipos médico-científicos nunca antes vistos en Venezuela. Entre los que destacó el primer microscopio del país. Le fue delegada la responsabilidad de instalar el laboratorio de Fisiología Experimental en Caracas y la apertura de nuevas cátedras para la UCV.
Fue miembro fundador de la Academia de Medicina en 1904. En 1906 escribió un compendio de Elementos de Bacteriología, primer texto de esta materia publicado en Venezuela. Asimismo, en su obra La Angina de Pecho de Naturaleza Palúdica, describió, por primera vez en el mundo, esta afección, así como su correcta patogenia. Trabajó, además, con gran interés y fervor, en la investigación de algunas enfermedades renales.
Paralelo a ello, se dedicaba a la oración y a la ayuda al prójimo. Visitaba a los enfermos de escasos recursos sin cobrarles ni un céntimo, todo lo contrario, a veces les daba.
“Se ocupaba de los pobres en una época en la que no había un sistema de salud”, dijo el cineasta venezolano John Petrizzelli, quien, a través de testimonios, hizo un documental sobre el personaje.
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En otras palabras, para el momento de su muerte, Hernández ya era conocido, no solo como científico de avanzada, sino como el más caritativo médico de Caracas. Era un profesor culto y respetado. Hablaba español, inglés, italiano y dominaba el latín. Tocaba el armonio, el piano y el violín.
El sacerdote jesuita Carlos Guillermo Plaza en su escrito “La inquietud de los grandes”, escribió que la mañana de su muerte, José Gregorio tuvo el siguiente diálogo con un amigo:
—¿Qué le pasa, doctor? ¿Por qué está tan contento?
—¿Cómo no voy a estar contento? ¡Se ha firmado el Tratado de Paz…! ¡La Paz del mundo! ¿Tú sabes lo que eso significa para mí?
El doctor sonreía y se quedó un momento pensativo, como dudando si entrar o no en el terreno de las confidencias; por fin levantó la cabeza, y bajito, para los dos solos:
—Mira —le dijo— te voy a hacer una confidencia: yo he ofrecido mi vida en holocausto por la paz del mundo… Ahora solo falta…
Y una sonrisa alegre y presentida iluminó su semblante.
El amigo tembló ante el presentimiento y la casi profecía de su muerte.
Con información de Noticia al Día