José Gregorio Hernández, un hombre donde se conjugaron la ciencia y la fe
El doctor José Gregorio Hernández, cuya ceremonia de beatificación se realizará este viernes 30 de abril, fue un hombre que logró conjugar la ciencia y la fe.
Su imagen trajeado con una chaqueta, corbata y sombrero negro es familiar para todos los venezolanos, independientemente de la religión que se profese. Las estampitas o estatuillas de diferentes tamaños son los símbolos más evidentes de la fe que se le tiene al «Siervo de Dios».
Con los rigores que impone la pandemia, Venezuela celebrará la beatificación del destacado médico nacido en octubre de 1864 en Trujillo, y que conquistó al pueblo por su generosidad.
El galeno, cuya beatificación fue aprobada por el papa Francisco, luego de verificar el milagro concedido a la niña Yaxury Solórzano, nació en el seno de una familia de valores religiosos y desde muy pequeño manifestó su cercanía con Dios.
Una infancia disciplinada
José Gregorio Hernández tuvo una infancia muy disciplinada. Aunque su madre, Josefa Antonia Cisneros, murió cuando tenía apenas ocho años, él y sus otros cinco hermanos quedaron a cargo de una de sus tías.
«Estudió en una escuela del pueblo Isnotú, se volvió un niño muy reflexivo, sin dejar por eso los juegos de su edad y siempre estuvo muy deseoso de aprender», dice parte del libro biográfico Se llamaba José Gregorio Hernández, disponible de manera gratuita en la página web de la UCAB.
Así transcurrieron cinco años en los que el pequeño «aprendió todo lo que podía». Cuando ya tenía 14 años de edad, fue su padre Benigno Hernández quien lo motivó a seguir estudiando, pero ahora en la ciudad de Caracas.
Su llegada a la capital y una vocación poco clara
El viaje hacia Caracas ocurrió en febrero de 1878. Antes de llegar a la capital, José Gregorio pisó tierra zuliana, viajó en piragua por el Lago de Maracaibo y llegó hasta el puerto de la ciudad, en la que, según el autor del libro, tuvo un encuentro con la Virgen de Chiquinquirá.
Tras una breve estadía ahí, el viaje siguió hasta La Guaira y finalmente Caracas, donde comenzó su preparación en el Colegio Villegas, en el que cursó estudios preparatorios y filosóficos por cinco años.
Fue en esta época cuando llegó su primer amor, a los 15 años conoció a María Gutiérrez Azpúrua, quien no le correspondió, según una carta enviada a su amigo Santos Dominici, citada en el libro biográfico.
Para ese entonces, José Gregorio era un adolescente sumamente preparado. Recibió diferentes reconocimientos en Gramática castellana, Aritmética, Geometría, Latín, Griego y Geografía Universal. Estudió francés, inglés y alemán.
Aunque sentía afinidad por la abogacía, presentó todos los recaudos en la Universidad Central de Venezuela para cursar la carrera de Medicina, en la que también destacó como un estudiante brillante. Comenzó el 1° de septiembre de 1882 y terminó en 1888.
En dos oportunidades, también quiso ordenarse como sacerdote.
Su prestigio como médico
Luego de graduarse como médico en la capital, José Gregorio regresa a su tierra natal, donde fue recibido con algarabía. Allí se destacó por la atención que brindó a las familias de escasos recursos y por tratar enfermedades que proliferaban en aquella época como el tifus, la disentería y el asma.
Aunque regresó a su terruño, siempre tuvo la visión de seguir su preparación, pero ahora fuera del país, pues las condiciones en Venezuela no eran las adecuadas para actualizar sus conocimientos.
Estuvo por varios estados de los Andes venezolanos, en donde se ganó a pulso el prestigio como médico competente y dedicado.
Su formación en París
En 1889 fue becado por el Ejecutivo para especializarse en Francia y actualizar la medicina en Venezuela. Durante el tiempo que estuvo en París, Hernández se formó en los mejores laboratorios del mundo occidental.
De retorno al país en 1891, fue el encargado de fundar el primer laboratorio de Venezuela. El conocimiento que trajo, lo ayudó a establecer las bases de tres ciencias médicas: histología normal y patológica (Anatomía patológica), bacteriología y fisiología experimental.
«En la Universidad Central de Venezuela, el doctor José Gregorio Hernández estableció su laboratorio con todo el arsenal que había traído, el cual no era despreciable en cantidad: estufas, aparatos de fisiología, micrótomos, mesas, cuatro modernos microscopios y muchos reactivos», reseña la tesis difundida en el portal Tribuna del Investigador.
Su aporte a la medicina científica
Fueron los avances que trajo el doctor José Gregorio Hernández los que permitieron hablar de «medicina científica» en Venezuela. Desde su llegada, se abrió un abanico de estudios en este campo que coincidieron con los planes gubernamentales de aquella época que apuntaban a modernizar la medicina.
Desde entonces, José Gregorio combinaba su labor de médico, con la docencia. Dedicaba una hora diaria a atender a los enfermos sin recursos económicos y, en ocasiones, les regalaba dinero para sus tratamientos.
En ese momento, comenzó a ser reconocido como el Médico de los Pobres, aún cuando también era cercano a la élite política: veló por la salud de, al menos, siete presidentes, entre ellos Juan Vicente Gómez, Joaquín Crespo e Ignacio Andrade.
Su muerte
José Gregorio Hernández, junto a otros médicos destacados, ayudó a mitigar y controlar la pandemia de la gripe española que llegó a Venezuela en 1918 y muchas otras enfermedades, como el paludismo y la tuberculosis.
El 29 de junio de 1919, murió al ser atropellado en una céntrica calle de Caracas por un automóvil, a los 55 años de edad.
Desde ese día hasta hoy, cuando faltan escasas horas para su beatificación, son muchos los milagros y favores que se le atribuyen a José Gregorio Hernández, un hombre forjado de fe y de ciencia.
Con información de El Pitazo