Lo que el resto del mundo puede aprender de Hong Kong

Hace 20 años el sábado, Gran Bretaña le entregó la soberanía de Hong Kong a China. Hoy, el territorio que el Vizconde Palmerston —entonces Secretario de Estado de Gran Bretaña para Relaciones Exteriores— describió una vez como “una isla infértil con apenas una casa en ella”, sigue siendo una de las ciudades más grandiosas del mundo y sus ciudadanos gozan de uno de los estándares de vida más altos.

Para comprender el éxito de Hong Kong, considere la vida de un residente anciano de Hong Kong. Imagínese a una mujer de 84 años, que nació en 1932 y escapó junto con muchos otros miles del continente hacia Hong Kong poco después de la Revolución de 1949. En 1950 ella hubiese estado cerca de cumplir 18 años. ¿Qué mundo hubiera conocido?

Hong Kong, con un PIB per cápita promedio de $4.120 debe haberse visto como un paraíso comparado con la China, donde el PIB per cápita promedio era de $644. Eso era, después de todo, la razón por la cual desertó en primer lugar. Pero, comparado con los países avanzados deOccidente, Hong Kong era todavía un país relativamente atrasado. Los ingresos per cápita en el Reino Unido y EE.UU. se ubicaban en $11.921 y $16.197, respectivamente (todas las cifras están en dólares de 2015 ajustados para el poder de compra). En otras palabras, el residente promedio de la colonia obtenía 35 por ciento y 25 por ciento del ingreso que recibían los ciudadanos británicos y estadounidenses, respectivamente. Hoy, el ingreso promedio de Hong Kong es 37 por ciento y 3 por ciento más alto que aquel del Reino Unido y EE.UU.

En 1960, la expectativa de vida en la colonia era de 67 años. En el Reino Unido y EE.UU. esta era de 71 años y 70 años, respectivamente. Una vez más, los cifras se han volcado. Hoy, un residente de Hong Kong puede esperar vivir hasta los 84 años. Las figuras comparables para el Reino Unido y EE.UU. son 81 años y 79 años, respectivamente.

Por lo tanto, en dos de las medidas más importantes del bienestar humano, esto es, el tiempo pasado en la tierra y el confort material disfrutado durante ese tiempo, Hong Kong ciertamente debe ser considerada como una de las más grandiosas historias de éxito de todos los tiempos.

Como una colonia británica, Hong Kong fue bendecida con los derechos de propiedadigualdad ante la ley y un poder judicial independiente. Mientras que la colonia nunca se convirtió en una democracia integral, sus ciudadanos si gozaron de libertades civiles, incluyendo la libertad de expresión, de prensa, de culto y de movimiento.

A diferencia de algunas ex-colonias británicas y el Reino Unido mismo, Hong Kong nunca experimentó con el socialismo. Históricamente, el gobierno jugó un papel menor en la economía, restringiéndose así mismo a proveer vivienda subsidiada a los refugiados de la China continental.

El territorio mantuvo los impuestos uniformes y bajos (alrededor de 17 por ciento del ingreso personal y corporativo), el gasto público como porcentaje del PIB nunca llegó a más de 11 por ciento del PIB y el presupuesto estaba balanceado. El territorio adaptó una política de liberalización comercial unilateral, esto es, la colonia permitió que otros países exporten a Hong Kong sin aranceles, sin importar si otros países correspondían o no.

Así fue que Hong Kong fue de manera alternante la economía más libre o la segunda más libre del mundo entre 1970 y 2014 (estos son el primero y el último año para los cuales hay datos disponibles reunidos por el Informe Libertad Económica en el Mundo del Instituto Fraser).

La libertad económica benefició a millones de personas en Hong Kong. De manera más importante, benefició a cientos de millones de personas en la China continental. Conforme el territorio se volvió cada vez más rico, los comunistas chinos fueron obligados a admitir el fracaso del socialismo, embarcándose en su propio camino hacia el gran enriquecimiento en 1978. Entre ese año y 2016, los ingresos chinos se multiplicaron por siete, resultando en la mayor reducción de pobreza en la historia de la humanidad.

El nexo entre la libertad económica y el crecimiento, tan irrefutablemente demostrado por Hong Kong, debería ser de interés para los políticos británicos conforme el Reino Unido (RU) se prepara para salir de la Unión Europea (UE). Luego del Brexit, el RU podría replicar el éxito de Hong Kong adoptando políticas que maximicen el crecimiento, incluyendo la reducción de impuestos, una mayor desregulación del ambiente de negocios y una liberalización comercial unilateral.

Si Gran Bretaña decide seguir el ejemplo de Hong Kong, permitiendo una mayor libertad económica y prosperidad como resultado de esta, otros países europeos podrían ser tentados a seguir los pasos de los británicos. En ese sentido, el RU podría servir como una bastión de la libertad y la prosperidad para Europa de la misma forma que Hong Kong fue como una antorcha de libertad para la China continental.

En 1755, el gran economista escocés Adam Smith dio “una descripción breve de lo que él consideraba que el Estado debería hacer para promover el desarrollo económico”. Escribió que “Poco más es necesario para llevar a un Estado al nivel más alto de opulencia desde el barbarismo más bajo, que la paz, impuestos sencillos, y una administración tolerable de la justicia; todo lo demás se derivaría del curso natural de las cosas. Todos los estados que obstaculizan este curso natural, que fuerzan las cosas hacia otro canal, o que se esfuerzan por detener el progreso de la sociedad en determinado momento, son anti-naturales, y para sostenerse se ven en la obligación de ser opresivos y tiránicos”.

Hong Kong prosperó porque siguió las recomendaciones de Smith. Gran Bretaña no necesita reinventar la rueda. Solo necesita aplicar su propio legado intelectual y los principios de la libertad política y económica que fueron en primera instancia regalos de los británicos al mundo.

Tomado de elcato.org

Por Marian L. Tupy para El Cato

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