Salen a la luz los escritos que hizo Leopoldo en prisión: sus propuestas políticas para el país

leopoldo lópez

Cuando, el líder de Voluntad Popular, Leopoldo López, estuvo preso en la cárcel militar de Ramo Verde, se puso a escribir una serie cartas sobre la situación del país y la política venezolana.

Caraota Digital tuvo acceso a los escritos del dirigente opositor y dio a conocer parte de ellos denominado: “Hacia un acuerdo para un gobierno de unión nacional. Prepararse desde ya”.

En el texto que fue escrito el 22 de octubre de 2016 se señala que las fuerzas democráticas deben “impulsar una consulta y debate con los todos los sectores nacionales que permita, de manera muy amplia, el inicio de la construcción de un Acuerdo Nacional que garantice piso político al futuro de nuestro país”.

“Un gobierno de Unión Nacional deberá tener la representación de las organizaciones políticas, de los sectores académicos, productivos, laborales y de los movimientos sociales. No podemos limitar la participación en un gobierno de unión nacional a los partidos. No es suficiente, este debe ser mucho más amplio para garantizar la estabilidad política y social, así como la incorporación de las personas mejor preparadas”, comentó.

A su juicio, uno de los temas que se debe definir en este Acuerdo Nacional, es el asunto relacionado a la reelección presidencial.

“En mi opinión, si no se limita la reelección en un país como el nuestro, con instituciones débiles y con un presidencialismo constitucional y cultural muy fuerte, esa realidad política seguirá teniendo consecuencias negativas para el fortalecimiento de la democracia y de la institucionalidad. Así, soy de la opinión de que en el Acuerdo Nacional hay que convenir en la eliminación de la reelección presidencial en todos sus formatos y permitir una sola elección, de un solo período de seis años para el Presidente de la República”, manifestó López.

A continuación el texto íntegro publicado en Caraota Digital:

22 de octubre 2016, cárcel militar de Ramo Verde.

Ordeno mis ideas y escribo estas líneas con la absoluta convicción de que fuerzas democráticas debemos impulsar una consulta y debate con los todos los sectores nacionales que permita, de manera muy amplia, el inicio de la construcción de un Acuerdo Nacional que garantice piso político al futuro de nuestro país.

Mucho se ha hablado del compromiso de construir ese acuerdo. Cuando hablo de la definición de un gobierno de Unión Nacional no me refiero a precisar los nombres de un equipo de gobierno. Me refiero a la definición de la orientación de ese próximo gobierno.

Este medular asunto requiere de acuerdos con antelación al momento en que se produzca el cambio político. Porque se va a producir. Este es un aspecto de tal importancia que no debe haber espacio para improvisaciones ni sorpresas. Así aclaramos el camino y la orientación de los compromisos. Insisto: debemos comenzar a trabajar en su contenido.

Un gobierno de Unión Nacional deberá tener la representación de las organizaciones políticas, de los sectores académicos, productivos, laborales y de los movimientos sociales. No podemos limitar la participación en un gobierno de unión nacional a los partidos. No es suficiente, este debe ser mucho más amplio para garantizar la estabilidad política y social, así como la incorporación de las personas mejor preparadas.

Uno de los temas que en mi opinión debemos definir en este Acuerdo Nacional, es el asunto relacionado a la reelección presidencial. Este tema es central a la hora de precisar el modelo de convivencia democrática que garantice estabilidad política y social y nuestro progreso. Desde la fundación de la República, incluso antes, desde la creación de la Gran Colombia, el tema de la reelección, visto con distintos adjetivos, ha sido un factor determinante en la dinámica de la política nacional.

Durante todo el siglo XIX el tema de la reelección fue causa de revoluciones, golpe de estado, alzamiento y conflictos permanentes. Juan Vicente Gómez resolvió el tema imponiéndose como dictador durante 27 años, hasta su muerte en 1935.

Los gobiernos del post gomecismo, López Contreras y Medina Angarita, permitieron la alteración y sucesión de un presidente a otro, pero acordada por una élite en el poder, sin consultar a los venezolanos mediante el voto universal, directo y secreto.

Entre 1946 y 1948 los venezolanos tuvimos la primera oportunidad de elegir de forma directa al presidente y al Congreso Nacional, lo que fue truncado por otro golpe militar que extendió la autocracia hasta 1958.

En 1961 comenzando el sistema democrático, se aprobó una nueva Constitución en la que se legitima el voto universal y limita la reelección presidencial luego de dos períodos presidenciales. Dos personas, Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera, fueron electos para 20 años de esos 40 años de democracia.

En lo anterior hay un germen con consecuencias negativas para la salud democrática del país. Esta ventana abierta a la reelección evitó que se renovarán los liderazgos, que se oxigenaran los partidos políticos y, en cierta medida, que mucho personalismo lograra disfrazarse de democrático.

En mi opinión, si no se limita la reelección en un país como el nuestro, con instituciones débiles y con un presidencialismo constitucional y cultural muy fuerte, esa realidad política seguirá teniendo consecuencias negativas para el fortalecimiento de la democracia y de la institucionalidad. Así, soy de la opinión de que en el Acuerdo Nacional hay que convenir en la eliminación de la reelección presidencial en todos sus formatos y permitir una sola elección, de un solo período de seis años para el presidente de la república.

Hoy en Venezuela el movimiento democrático cuenta con una válida gama de personas con liderazgo y preparación para presidir la república. Al eliminar la reelección, quienes no sean electos en su primera postulación tendrán la garantía de que en el futuro cercano podrán optar nueva y legítimamente a la presidencia, sin caer en tentaciones conspirativas ni apostar al fracaso de quien esté ejerciendo la presidencia.

Creo en una democracia que abra todos los espacios posibles. Creo en los liderazgos legítimos. Creo en el juego con reglas claras, lo propio de una verdadera democracia.

Otro de los temas a definir en un Acuerdo Nacional es si se va a promover un modelo de gobierno centralista o descentralizado. Yo soy partidario de un sistema de gobierno descentralizado, mucho más allá del que hemos experimentado con tumbos y obstáculo durante las últimas décadas. Creo en que debemos asumir el camino para consolidar un sistema federal en el que los estados y municipios tengan autonomía financiera y amplias competencias en distintos ámbitos de la función pública.

La idea de la federación ha estado presente en nuestra historia republicana desde los mismos primeros pasos del proceso independentista. Sin embargo, nunca hemos sido un país verdaderamente federal en el que los estados y municipios tengan una función relevante en la vida de los venezolanos. A partir de la década de los noventas se dio un paso importante pero incompleto en el proceso de descentralización.

Lastimosamente, a partir de 1999 se inició una asfixia progresiva a la descentralización, llegando al momento actual en que alcaldías, gobernaciones y demás actores regionales o locales se encuentran extremadamente partidizados y anuladas sus funciones y capacidades.

El fortalecimiento de un sistema descentralizado de gobierno permite proyectar liderazgos en todo el país. Gobernadores y alcaldes en el uso de sus legítimas competencias buscarán hacer un buen trabajo en sus respectivas funciones para tener oportunidad de ascender y optar por nuevas responsabilidades.

La descentralización abre nuevos caminos para el liderazgo político emergente. Fomenta una sana competencia entre concejales, alcaldes y gobernadores con impacto inmediato en la mejora en la calidad de los programas y servicios bajo su responsabilidad y, en consecuencia, en la calidad de vida de los venezolanos. Así pienso en este crucial aspecto sobre el futuro de nuestra Mejor Venezuela.

Un tema central que debemos definir mediante un proceso que culmine en un Acuerdo Nacional tiene que ver con el modelo económico que deberá asumir al país una vez consolidado el cambio político.

Actualmente vivimos las consecuencias del primer y único experimento comunista que se ha intentado en Venezuela desde nuestra fundación como República en 1830. Los resultados son los mismos que se han tenido en todos los países en los que se han aplicado recetas comunistas a la economía, es decir, el querer controlar los hilos desde el Estado con regulaciones y controles burocráticos, con monopolios, expropiaciones y estatizaciones de la iniciativa y el emprendimiento privado.

¿Cuáles resultados? Los que hoy con dolor vemos en Venezuela: colas, escasez, inflación, desempleo, hambre y miseria, todo promovido en nombre de una supuesta igualdad. Este modelo lo único exitoso que puede mostrar es la igualación hacia abajo, llevando a la gran mayoría de la población al umbral de la pobreza.

Definir el modelo económico para Venezuela no es un asunto ni teórico ni técnico. No es asunto exclusivo de economistas y técnicos. Esa definición sobre nuestra economía debe y tiene que ser un asunto de debates y consensos hacia el Acuerdo Nacional. Y entre más debates y más consenso en torno al modelo, pues mucho mejor para que su aplicación tenga altas probabilidades de éxito.

Milito entre los que están convencidos en que la economía es una ciencia social precisamente porque tiene que ver con las expectativas de la gente, y las expectativas se construyen con la información social, geográfica, cultural, económica, productiva y ambiental que define la sociedad venezolana.

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