Breve historia de la destrucción, por Laureano Márquez

Laureano Márquez  | Foto: Yoyopress

Laureano Márquez | Foto: Yoyopress

Si hay alguna cosa frecuente en la historia de la humanidad es nuestra propensión sostenida a la destrucción. Con razón decía Saramago que el hombre es un ser que vive en permanente construcción, pero también en constante destrucción. Comencemos por definir el concepto. Según la Real Academia, que pule, enjabona, limpia, da brillo y cambio de aceite, destruir es: “reducir a pedazos o a cenizas algo material, u ocasionarle un grave daño”, también: “malgastar o malbaratar la hacienda” y –como si fuera poco-: “quitar a alguien los medios con que se mantenía o estorbarle que los adquiera (del verbo “adquerir”). No sé si me explico.

Hay en la historia múltiples casos de destrucciones que se han vuelto célebres. He aquí algunas:

I. Sodoma y Gomorra
Dos ciudades emblemáticas de la antigüedad bíblica, ubicadas muy cerca del mar Muerto –que ya es de suyo un mar destruido- y sobre las que se han tejido las más increíbles leyendas. De Sodoma viene la palabra “sodomizar”, que es algo muy feo. Parece que en Sodoma y Gomorra reinaban todo tipo de corruptelas. Cuentan que existía cambio diferencial y con el denario controlado a 10, se hicieron las más deshonestas fortunas que haya conocido la historia. Un buen día Dios decidió desaparecerlas del mapa realizando el primer experimento atómico del que se tiene noticia. Abraham regatea con Dios para que no castigue a justos por pecadores y llega a la conclusión de que no quedan ni diez justos en la ciudad. Solo la familia de Lot, el padre de la lotería, se salva, pero la esposa de este desatiende la orden divina de no mirar hacia atrás y queda convertida en estatua de sal, cosa que alegró mucho a Lot, porque la sal no era un producto que venía en las bolsas de comida que repartía Bera, el rey de Sodoma.

II. Las siete plagas de Egipto.
La gente suele decir: “te cayeron las siete plagas de Egipto”, pero en realidad fueron diez. Comenzaron con el problema del suministro de agua por Hidroegipto -lo que hizo que la gente comenzara a dejar de bañarse, con las subsecuentes calamidades-, pasando por plagas expropiadoras de cultivos y destructora de ganado, una plaga sapos cooperantes, mosquitos, langostas y tábanos (no es que tábanos nosotros, sino los insectos). Al final Egipto quedó devastado y la MUD israelita logró su cometido de liberar a los judíos de la esclavitud. Moisés con sus acciones demostró que muchas veces lo mejor para una estrategia opositora al fanfarrón es saber administrar el cayado (por aquello de “cayadito te ves más bonito”).

III. Cartago.
“Tan perdido estará como Cartago que con fuego y con sal borró el latino”. La frase es de un poema de Borges. Se refiere a la destrucción de esta ciudad fenicia por los romanos. Los cartagineses se enfrentaron a los romanos con las guerras púnicas (no confundir con las médicas que eran por insumos para la salud) uno de los generales cartagineses más famosos fue Aníbal Barca, fundador del celebérrimo equipo de futbol que lleva su nombre. Aníbal fue uno de los grandes estrategas de la antigüedad, por mucho tiempo recluido en Ramum Viride. La venganza romana llego por fin cuando el viejo Catón dijo: “Delenda est Cartago” (Cartago debe ser borrada, seguro de “delenda” viene el “delete” anglosajón). Y lo lograron: destruyeron la cuidad hasta los cimientos, luego la araron y la sembraron de sal para que no creciera ni la hierba, como las tierras en las que antaño se cultivaba la caña de azúcar de los valles de Aragua.

La lista de destrucción de sitios maravillosos, espectaculares, prometedores de la que podríamos hablar es larga, pero hemos llegado al límite de este espacio, así que dejémoslo hasta aquí. Este escrito se autodestruirá en cinco segundos.

Por Laureano Márquez 

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