Robar o comer basura para no morir de hambre, el dilema de miles de venezolanos

Créditos: Cristian Hernández/ @FORTUNECRIS

Créditos: Cristian Hernández/ @FORTUNECRIS

La mujer salió del supermercado sintiéndose afortunada por haber conseguido aceite y harina de maíz, pero poco después de pisar la transitada avenida de Caracas fue abordada por cuatro niños que sin mediar palabra comenzaron a golpearla y empujarla hasta que cayó aparatosamente, para luego ver a sus agresores irse corriendo con sus bolsas de comida.

En Puerto La Cruz, a 320 kilómetros al este de la capital venezolana, un ama de casa emerge con rapidez del mercado, y temiendo los robos que a diario ocurren en el lugar, usurpa un taxi que había sido detenido por otra mujer, colocando descaradamente sus compras en la maleta del vehículo. Pero la gracia le sale cara. Cuando iba a recoger la última bolsa del suelo, el taxista se monta en el carro y arranca con la preciada carga.

En Carora, en el occidental estado Lara, un hombre es arrestado por hurto y sale encapuchado en una foto. ¿El botín? Un pedazo pequeño de queso blanco que el detenido confesó haberse llevado sin pagar porque su familia tenía varios días sin comer.

Estos son solo algunos de los incidentes registrados en las últimas semanas en Venezuela, donde el colapso económico de los últimos tres años ha propagado un fenómeno que era virtualmente desconocido en el otrora opulento país petrolero: el delito famélico.

La nación sudamericana ya tenía fama de ser una de las más peligrosas del mundo –pero el advenimiento de la más severa crisis en la historia moderna del país-– está por un lado llevando a los delincuentes a incorporar la comida en su lista de botines, y por el otro, empujando a un desesperado segmento de la población a incursionar por primera vez en el delito, dijeron expertos.

“Desde hace unos dos años, en Venezuela, ha explotado una crisis económica tremenda, con una inflación que supera el 800 por ciento y una escasez terrible de alimentos básicos”, explicó a El Nuevo Herald desde Caracas el abogado y criminalista, Luis Izquiel.

“Eso está llevando a la pobreza extrema a mucha gente, y buena parte de esa gente, se debate hoy entre recoger comida de la basura, como observamos en las calles con muchísima frecuencia, o hurtar, o cometer otro delito, para conseguir alimentos”, agregó Izquiel.

Millones de venezolanos están pasando hambre, incluso aquellos que tienen buenos empleos.

Una encuesta publicada recientemente por la firma Meganálisis mostró que un 27 por ciento de los venezolanos solo está comiendo una vez al día, mientras que quienes logran hacerlo tres veces al día no pasan del 3 por ciento.

Esa situación ha conducido a un incremento exponencial de los delitos motivados por el hambre, aseguran los expertos, aunque la proporción es difícil de precisar dado que por lo general las víctimas de robos menores no suelen denunciar los delitos ante los organismos policiales, mientras que las autoridades han dejado de reportar públicamente sus estadísticas.

Pero algunos datos dan muestra del incremento, dijo el periodista e investigador Javier Ignacio Mayorca en una entrevista telefónica.

Cifras oficiales que han sido filtradas apuntan a un aumento en el número de robos genéricos en el 2016 de entre 15 y 20 por ciento en la mayoría de estados del país, y parte de se incremento es atribuible a la grave crisis económica, comentó.

La vinculación entre el delito y la situación con los alimentos también puede verse en la aparición de nuevas modalidades delictivas que están apareciendo en Venezuela en torno a los supermercados.

Y algunos de estos incidentes ya han comenzado a aparecer en los medios, como fue el caso del agente de policía detenido después de ir a otra ciudad para robar comida en un supermercado, o el arresto de hombres que han sido capturados por robar un racimo de plátanos o algunas calabazas, relató Mayorca.

Pero otros incidentes están ocurriendo con frecuencia en las largas filas que se realizan a diario en los supermercados, sin que la mayoría queden registrados ante la opinión pública.

Hay una modalidad que llaman ‘la rueda de pescado’, y que en Brasil llaman ‘la piraña’ ”, indicó Mayorca.

Te rodean como hacen las pirañas, muchas veces son menores de edad, y te someten a veces por la fuerza, y te quitan lo que tienes. Ellos te pegan, o te empujan, y cuando caes, te quitan la bolsa”, explicó.

En ocasiones los robos de comida se tornan violentos, afirmó también desde Caracas el director del Observatorio Venezolano de la Violencia (OVV), Roberto Briceño León.

“El año pasado trabajamos el caso de una señora que salía después de cuatro horas de hacer cola para comprar productos y había comprado dos pollos y dos kilos de arroz. Y venía saliendo cuando un individuo [que viajaba en una moto], la asalta para quitarle los productos”, relató Briceño León.

“Ella resiste, viene de cuatro horas de espera para hacer la compra, así que forcejea, y es allí que le dan unas puñaladas. La señora casi se muere por dos pollos y dos kilos de arroz”, agregó Briceño.

En su informe de fin de año, el OVV resaltó que la crisis está dejando su huella en el delito en Venezuela, que históricamente era motivada principalmente por el deseo del delincuente de poseer bienes suntuarios.

Muchos de los delincuentes asaltaban o robaban porque deseaban adquirir zapatos de marca, un teléfono celular inteligente o cualquier otro producto que le ayudara a mejorar su estatus social.

Pero el observatorio comenzó a detectar cambios de esa tendencia en el 2016, con la aparición de un incremento de los robos por hambre, reportó el informe.

Se incrementan los robos colectivos, los saqueos, a negocios y transporte de alimentos, han sido una modalidad violenta que se ha incrementado en el país”, resaltó el estudio.

“En diversas zonas del país, el transporte de alimentos sólo puede hacerse en camiones que se movilizan escoltados por unidades del ejército para evitar los saqueos de las poblaciones que atraviesan en su recorrido; y aun así hay casos donde los cuerpos militares no han podido evitar el asalto de la población que busca comida”, agregó el documento.

El informe concluyó que la mayoría de estas acciones son cometidas por ciudadanos comunes y corrientes que se ven obligados a incurrir transitoriamente en el delito porque su salario no les alcanza para comprar alimentos.

Se convierten, de esa manera, en “delincuentes amateurs” que por lo general actúan solos, sin que el individuo reconozca su nueva condición de delincuente, identidad que se resiste a aceptar al inicio, atribuyendo su proceder a las terribles circunstancias que enfrenta.

Pero no todo el mundo está dejando que la desesperación le empuje al camino de la delincuencia.

Son miles los venezolanos que prefieren hurgar en las bolsas de basura para conseguir alimentos, fenómeno que antes era poco visto en una Venezuela que más bien estaba acostumbrada a la opulencia.

“Hoy en día se ve a diario. Son miles de personas. La gente acuclillada comiendo, recogiendo con bolsas. Trasegando residuos de líquidos en una sola botella”, describió Briceño León.

Es una práctica en la que incluso están incurriendo los profesionales, en un país donde el costo de una canasta básica de alimentos de una familia está por el orden de los 625,000 bolívares al mes y un buen salario de un profesional no llega a los 200,000 bolívares.

Un joven que recogía basura para comer fue entrevistado por el OVV y describió su situación en pocas palabras. “Yo estoy aquí, doblegado. Pero prefiero esto a ir a robar”, manifestó.

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