Fidel, el comunista al que los santeros afrocubanos creían enviado celestial

Fidel Castro

Fidel Castro|Foto: AFP

Cuando en su primer discurso triunfal en La Habana en 1959 una paloma se posó sobre el hombro de Fidel Castro, los sacerdotes de la santería auguraron que ese hombre marcaría la historia de la isla, y se forjó una relación de por vida del líder revolucionario con el sincretismo afrocubano.

Los escépticos aseguran que el asunto estuvo amañado, pero los sacerdotes santeros, los babalaos, vieron en lo ocurrido una señal de las deidades afrocubanas, los Orishas, que según ese culto marcaba a Fidel como “el elegido” y confirmaba su “aché”, su suerte.

Ese supuesto vínculo con lo sobrenatural del comandante de la Revolución es, especialmente dentro de la isla, uno de los factores que han contribuido a alimentar la leyenda popular de Castro, y también, aún muerto, una cuestión tabú de la que pocos cubanos se aventuran a hablar.

Sí lo hace, aunque escuetamente, la etnóloga Natalia Bolívar, de 82 años, considerada la mayor autoridad del país en religiones afrocubanas y autora de la obra de referencia más completa que existe sobre este asunto, “Los Orishas en Cuba”.

“Y que me digan si Fidel era santero, eso no lo sé. Hay muchas cosas que dicen. La paloma… pero la paloma no sé si fue preparado, eso es extraño”, comenta la experta a Efe.

Esta intelectual estrechamente vinculada a la defensa de la identidad cultural de la isla tuvo también una relación cercana con Castro en los primeros años tras el triunfo de la Revolución, aunque se distanciaron con el tiempo.

Admite, eso sí, que un país en el que la influencia de la religión afrocubana es patente, muchos estaban convencidos de que Fidel Castro era una suerte de elegido, una especie de mensajero entre la tierra y el cielo, tocado por Obatalá, el dios supremo de los Orishas.

Por eso a él le llaman ‘el caballo’, porque es el ‘uno’. Y le llaman también ‘el mayimbe’ porque es el ‘aura tiñosa’”, que es como se conoce en las “Reglas de Palo” de la santería al “conecto”, a quien lleva los mensajes a Dios, refiere Bolívar.

En un país cuya Revolución atea (laica desde 1991) trajo consigo la persecución oficiosa durante años de la libertad de culto -incluso la celebración de la Navidad estuvo proscrita de 1969 hasta 1997- sorprende que la gente establezca estos paralelismos, pero así ha ocurrido, confirma la estudiosa.

“No estaba expresamente prohibido, pero estaba mal visto. Había una doble moral”, recuerda Bolívar, quien apostilla que “todas las religiones estuvieron controladas porque utilizaban el púlpito contra la Revolución”.

Antes de abrazar la causa revolucionaria, Fidel Castro estudió en una escuela de los Jesuitas y con su primera esposa, Mirta Díaz-Balart, se casó por la Iglesia católica. El catolicismo fue, “por España”, la religión predominante en Cuba hasta finales del siglo XIX, cuando la isla se independizó.

Casualidad o no, el simbolismo afrocubano ha perseguido a Fidel hasta el final, porque su entierro en Santiago de Cuba el próximo domingo 4 de diciembre coincide con el día de Santa Bárbara.

Esa figura católica tiene en el panteón Yoruba su equivalencia en “Changó”, el orisha guerrero, una deidad que destaca por su virilidad y a quien sus devotos se encomiendan para pedir protección ante necesidades inmediatas, económicas, asuntos de salud y problemas conyugales.

Se sabe también, por fuentes oficiosas, que la hoy viuda de Castro y su compañera casi desde que llegó al poder, Dalia Soto del Valle, no es ajena a estas creencias.

“Dalia nos hacía sufrir mucho a sus nueras. Es aficionada a la santería y tenía la casa llena de amuletos. Hacía todo lo posible para que no nos acercáramos a su marido”, declaró en una entrevista a un diario español en 2006 Idalmis, exmujer de Alex Castro, el segundo de los hijos del comandante con Soto.

Los sacerdotes de la santería han protagonizado además varias ceremonias a lo largo de estos años para pedir por Fidel, en especial desde que en 2006 se retiró del poder por una enfermedad intestinal, y también en sus cumpleaños.

Cuando cumplió 82 años, por ejemplo, los babalaos replantaron en un parque de La Habana la ceiba, un árbol sagrado para ese culto, después de una madrugada de rituales que comenzaron a la misma hora en que nació Castro y que incluyeron la consagración de piedras y sacrificios de animales en el nicho donde se sembró luego el árbol.

Hoy, las cenizas de Castro recorren Cuba en loor de multitudes hacia su destino final, la ciudad de Santiago, que además de ser la cuna de la Revolución tiene un importante porcentaje de población afrocubana.

El día en que la paloma se posó en su hombro hablando ante miles de personas en La Habana, había dicho: “Sé, además, que nunca más en nuestras vidas volveremos a presenciar una muchedumbre semejante, excepto en otra ocasión (…), cuando nos tengan que llevar a la tumba. Ese día, se volverá a reunir tanta gente como hoy”.

EFE


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