La sombra de Venezuela que influyó en el triunfo del “NO” en Colombia

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La sombra de Venezuela que influyó en el triunfo del “NO” en Colombia | Imagen de referencia

Venezuela suena cada vez que preguntas a un colombiano qué opina sobre el acuerdo de paz. En esta tierra afable, de gente servicial y golpeada por la violencia, a veces pulsar un sentir sobre el plebiscito puede ser un tabú.

Por: Clavel A. Rangel Jiménez | El Pitazo-Colombia

La sombra venezolana

Estando no en cualquier poblado, sino en la tierra de Álvaro Uribe, expresidente de Colombia y promotor del “No” en la consulta sobre el acuerdo de paz, la realidad venezolana estaba muy presente en los paisas.

No hubo ningún colombiano que no sacará a relucir la crisis venezolana para argumentar sus razones, incluso sin haberlo visitado jamás. De modo que, si en algo acertó el expresidente en su campaña, fue en la perenne comparación con la situación venezolana que – desde el extremo colombiano – luce como un horror.

En el ideario colombiano, Venezuela hoy representa violencia, hambre, escasez y persecución. Un escenario al que los vecinos le temen y que creen posible encarnar con un eventual ascenso a la presidencia de Timochenco, actual jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc).

Al menos eso cree Jaime González, un taxista que jamás ha votado en unas elecciones y que sobrepasa los 30 años de edad. “¿Es que para qué? Esos políticos cada vez están peor”, comenta. “Además, si ese man llega a la presidencia jamás se bajará”.

Cuesta creer que haya un porcentaje mayoritario que, en algún momento, vote por los rebeldes regresados a la vida democrática. Pero un grupo de colombianos lo cree muy posible porque parecieran traducir el voto a favor del sí como un respaldo a la guerrilla.

Convertirse en Venezuela

En un bus desde las escaleras eléctricas desde el Barrio 20 de Julio, hasta la estación San Javier, mi opinión a favor del sí causa polémica. “¿Si ve que van a convertir esto en Venezuela? ¿Usted quiere que pase lo mismo?”, respondió un hombre.

Pedro, el hombre eufórico con su hija en piernas, no ha estado nunca en Venezuela pero dice conocer que todo es terrible allá. Este trabajador humilde está indignado: “¿Usted estaría de acuerdo que se llevaran a sus hijos y luego quienes se los llevaran anduviesen muy campantes?”. “Acá hay comida, hay medicinas, todo es muy bonito acá, pero ellos quieren convertirnos en Venezuela”.

Es un hombre humilde, de ese más de 60 por ciento que no salió a votar. “Si uno vota a favor del sí, entonces es malo, si vota a favor del no, también. Entonces que decidan otros”.

Un pasajero contiguo lo respalda porque, atestigua, el sí conoce Venezuela. Dos de sus hermanos han llegado desde Valencia a vivir en Medellín huyendo de la violencia. La policía, cuenta, les quitó una moto de más de un millón de bolívares y ahora los extorsiona. Él ha decidido traérselos para estar a salvo.

Tenemos una larga conversa en el trayecto, en el que intenta persuadirme de lo mal que estaría Colombia, tan mal como Venezuela, comenta, si los “guerrillos” llegaran a la presidencia. No ha leído el documento de 300 páginas y, remata, “¿quién se lo iba a leer? Eso ya está cuadrado”.

Sorpresa

Un día después del plebiscito, Medellín amanece en paz. En el centro comercial Santa Fe, en el poblado que simula Las Mercedes, en Caracas, los comensales en la feria de la comida interrumpen la conversa para aplaudir los resultados en las pantallas de la feria.

“¿Si ganamos? ¿Si ganamos?”, pregunta con insistencia una mujer a quienes también ven los resultados.

Le acompañan unos comensales que dicen ser empresarios y que están contentos con los resultados, pero, más que eso, sorprendidos. “Ese acuerdo iba a aniquilar a los pequeños empresarios”, sentencian. “Gracia a Dios el pueblo decidió”.

Nadie parece preguntarse por qué la participación fue tan baja; no lo hacen porque la abstención es rutina en Colombia pese a que, para Jaime, el taxista, el voto sea una oportunidad de ascenso social. Es lo que me cuenta en el trayecto al Aeropuerto Internacional José María Córdova. “Cuando no votas, en el trabajo te dicen que cómo va a ascender si usted no colabora con el país”.

Él no sufre de eso, porque es un trabajador independiente y  esos problemas, dice, son para los sectores más pudientes de la sociedad. Pero Jaime sabe algunas cosas de Venezuela: que no hay comida, que no hay medicinas y que mucha gente se está yendo del país. Llegamos al fin del trayecto, también de la conversa, entrega el vuelto y se despide. “Saludos a Maduro”, dice sonriente.


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