Herederos del célebre mafioso Meyer Lansky reclaman fortuna a Fidel Castro, mira por qué
Los herederos del célebre mafioso Meyer Lansky exigen una indemnización de USD 70 millones por la expropiación del Hotel Riviera.
El diario digital Infobae ha publicado recientemente un artículo en el que reseña el caso de los herederos del célebre mafioso perseguido por el FBI y rey del juego en Cuba, Meyer Lansky, quienes exigen una indemnización de USD 70 millones por la expropiación del Hotel Riviera.
“El Riviera, su hotel emblemático, fundado a finales de 1957 con toda la tecnología y todo el lujo que permitían la época, fue expropiado por los guerrilleros que bajaron barbudos de la Sierra Maestra dos años después”, explica la periodista Gabriela Esquivada en el artículo.
El nieto mayor del mafioso, Gary Rapoport, explicó a Infobae que el gobierno cubano no apoya el caso. Además, comentó que los abogados les informaron que —como no hicieron ningún reclamo en su momento— para poder hacer exigir una indemnización ahora deben esperar que Fidel Castro muera.
A continuación el artículo completo:
La Agencia Federal de Investigaciones (FBI) perseguía a Meyer Lansky por sus operaciones en el juego ilegal. El célebre mafioso —parte del cuarteto temido que completaban sus amigos Charles Lucky Luciano, Benjamin Bugsy Siegel y Frank Costello— trasladó parte de sus operaciones a Cuba, tras haber acordado el beneplácito (pago) de Fulgencio Batista. Y allí, en lugar de burlar las leyes del capitalismo, lo perdió todos a manos de la Revolución Cubana.
El Riviera, su hotel emblemático, fundado a finales de 1957 con toda la tecnología y todo el lujo que permitían la época, fue expropiado por los guerrilleros que bajaron barbudos de la Sierra Maestra dos años después. Aunque venida a menos, la construcción embellece todavía el Malecón de La Habana y se estima que vale 70 millones de dólares.
Según expertos como Jack Colhoun, autor de Gangsterismo: The United States, Cuba, and the Mafia, 1933 to 1966 (Gangsterismo: los Estados Unidos, Cuba y la Mafia, 1933 a 1966), es dinero ensangrentado y de impuestos malversados al pueblo cubano: “Describir a Lansky como una víctima agraviada de Cuba es poner la historia cabeza abajo. No tendría que haber compensación para los herederos de los ex mafiosos del juego“, escribió en un artículo.
Según los herederos de Lansky, es su legado legítimo. Y están ansiosos por litigar para recibirlo.
—El problema es que nuestro gobierno no nos apoya en el reclamo —dijo Gary Rapoport, el nieto mayor de Lansky, a Infobae.
—¿Por qué?
—Dicen que los reclamos se tendrían que haber hecho en su momento. Los cerraron en los ’60 y los volvieron a abrir en los ’80 para permitir que algunas de las grandes corporaciones se sumaran. Pero ahora están cerrados y no nos permiten hacerlo.
—¿Eso la dijeron en la Comisión de Acuerdos sobre Reclamos en el Extranjero (U.S. Foreign Claims Settlement Commission)?
—Sí. Y varios abogados revisaron la cuestión para mi madre, Sandra, mi tío Paul y yo mismo, a quienes mi abuelo nos dejó en su testamento “todo negocio existente y cualquier negocio pendiente”. Eso nos otorga los derechos sobre la propiedad.
—Cuba, a su vez, demanda otras cosas.
—Según lo que hallaron los abogados, Fidel Castro reclama tanto en impuestos que no quedaría nada. Así que nos dijeron que tenemos que esperar a que Castro muera: entonces será el momento de comenzar a hablar sobre los reclamos de las propiedades. El tipo tiene 90 años; oí decir que la isla tiene excelente cuidado de la salud, pero… Ya está en edad.
El ascenso de Meyer Lansky
Majer Suchowlanski tenía nueve años cuando su familia escapó de los pogroms en Grodno —entonces parte del Imperio Ruso, hoy Bielorrusia— y le mostró la Estatua de la Libertad poco antes de desembarcar en Ellis Island en 1911. Allí, como a tantos inmigrantes, le simplificaron el nombre: Meyer Lansky. Así lo registró la policía por primera vez a los 16 años. Su historia de arrestos fue extensa y casi siempre terminó con su libertad inmediata; una sola vez, de las muchas que lo detuvieron, lograron probar algo en su contra y pasó tres meses en la cárcel.
El hombre que inspiró el personaje de Hyman Roth, que Lee Strasberg interpretó en la película El Padrino II, de Francis Coppola, conoció en una escuela del Lower East Side de Manhattan a Luciano, quien se convirtió en su amigo como Siegel. En los años de la prohibición dominaron con fuerza una parte del mercado del alcohol clandestino; Lansky se asoció en el negocio con Joe Kennedy, el padre del futuro presidente John Fitzgerald Kennedy.
Cuando Siegel no pudo justificar ante la Familia las pérdidas de la inversión fastuosa en el hotel-casino Flamingo de Las Vegas, Lansky pidió una segunda oportunidad para él; no obstante, se supone que fue el último en dar el visto bueno al asesinato de su amigo en 1947, cuando el Flamingo no logró despegar. Rumbo que él corrigió pronto, y quedó a cargo de la administración del negocio, y el lavado de dinero, durante 20 años.
“Creo que las biografías contienen probablemente un 10% de verdad”, se quejó Rapoport sobre los relatos de la vida de su abuelo. “Él mantenía sus negocios lejos de la familia. Aunque sabíamos algunas cosas, él nunca nos contó historias, nunca nos explicó ‘en realidad las cosas fueron de este modo’. Yo lo miro de esta forma: mucha gente llega a este país sin nada. Y así fue la generación de mi abuelo: llegaron aquí sin nada”.
—¿Diría que su abuelo fue un inmigrante?
—Todo lo que querían hacer era mantener a sus familias. Tomaron los caminos que pudieron para alimentar a sus familias. Se dice que fueron asesinos terribles, pero sólo mataron dentro de su mundo: a sus competidores, gente con la que trabajaban.
Rapoport profundizó en esa línea:
—Se mataban entre ellos, y luego se hacían cargo de la familia de la persona que mataban. Si se revisan los periódicos y los libros, se ve que en su mayor parte se mataban entre sí. Él trabajó con Luciano, Costello y Siegel, y eran parte del crimen organizado, pero antes de que ellos fueran un grupo, los sicilianos mataban a cualquiera por cualquier cosa. ¡Eran gente muy violenta! Una vez que ellos cuatro se juntaron, las familias tuvieron una cumbre en la que reconocieron que habían perdido millones de dólares peleándose entre sí. Y se organizaron. Si alguien tenía un problema con una familia, tenía que plantearlo en el consejo, que tomaba la decisión que correspondiera; y si había que realizar alguna acción se convocaba a los judíos, porque si un italiano mataba a otro italiano se rompía el acuerdo.
—A su abuelo lo llamaban “el contador de la mafia”.
—Él era el hombre de negocios. Todo el mundo le daba el dinero para que invirtiera en proyectos, que siempre terminaban con éxito, que es lo que sucedió en Cuba. Me gustaría decir que el dinero que se puso en el hotel era todo de mi abuelo, pero no fue así. Aunque una buena parte sí. Había un montón de casinos en los Estados Unidos, y mi abuelo iba y los preparaba y ponía en marcha y se hacía cargo de la gente. ¡Todo el mundo quedaba contento! El sheriff quedaba contento, porque se quedaba con un pedacito del negocio; los dueños quedaban contentos, porque no tenían que ir a Las Vegas para ocuparse; el establishment quedaba contento porque se generaban negocios… ¡Yo lo compararía con Donald Trump, y es un candidato a la presidencia! Era una buena persona.
¿El lado bueno del gángster?
En la oficina de su empresa en Tampa, la proveedora de calentadores y propano para patios de restaurantes 3-G (originalmente Gary’s Got Gas), Rapoport se molestó con los relatos habituales sobre su abuelo, el hombre que lo crió cuando su madre, la única mujer de los tres hijos de Lansky, se quedó sola. Marvin Rapoport la dejó por un hombre y ella se desmoronó, convencida de que había sido burlada por un cazafortunas. Buscó consuelo en los brazos de Dean Martin, amigo de un amigo de su padre, Frank Sinatra. Pasaron muchos años hasta que conoció a Vince Lombardo, con quien compartió un amor tan fuerte que él dejó la mafia por ella.
—Al crecer como su nieto sentí una gran presión para cumplir con la escuela y educarme. Él era un gran lector y quería que todos nosotros lo fuéramos también. Él nunca daba mucho, no era muy generoso en las fiestas. Cuando compré mi primer auto le pedí que me ayudara, pero como no podía por la presión del gobierno hizo que otra persona me financiara. Completé todos los pagos para devolver esa ayuda. Poco antes de morir, mi abuelo me dijo que fui la única persona que le devolvió un préstamo.
—¿Cómo lo recuerda?
—Como un individuo singular al que la gente respetaba. En mi adolescencia trabajé en uno de sus hoteles: estacionaba los automóviles en el Singapore, que tenía un restaurante muy grande. En la cocina del Singapore trabajaban muchos cubanos. Cuando mi abuelo salía en la prensa yo los escuchaba comentar: ‘¿Por qué no dejan a este pobre hombre en paz? Es el mejor del mundo, ya lo era antes con nosotros en Cuba’. Ellos no sabían quién era yo, y hablaban así de él. En Cuba tuvo la reputación de un tipo para el que valía la pena trabajar: pagaba más que lo que pagaban otros empleadores, sus establecimientos eran de calidad y siempre se portó como un caballero.
—No es lo que más se conoce.
—Tengo un primo que se llama Meyer, nació después de mí y estuvo con mi abuelo cuatro veces en su vida. Se cree todo lo que vio en las películas. Va a los programas de televisión y habla pero no tiene idea. Honestamente, a mí me crió mi abuelo. Vivimos juntos en Miami. Veo un hombre diferente. ¿Sabe alguien cuánto ayudó durante la Segunda Guerra Mundial?
—¿Como miembro del crimen organizado?
—Claro: la mafia dominaba los puertos de Nueva York, y si encontraban a alguien merodeando alrededor de un barco, lo golpeaban y lo tiraban al agua. En los puertos de Nueva York y de Nueva Jersey no hubo espías. Y cuando se planeó la invasión a Italia también ayudaron. Luciano había sido deportado a Sicilia. Por medio de un rabino que visitó a mi abuelo el gobierno acordó que se limpiaran de nazis todos los puntos de Sicilia por donde iban a ingresar los aliados, y lo hizo la mafia local. No se escuchan las cosas buenas que el crimen organizado hizo por los Estados Unidos.
—¿A qué más se refiere?
—Traficaban alcohol de contrabando y manejaban el juego, pero no la prostitución ni las drogas. Para mi abuelo eso era malo. ¿Conspiraban? ¿No pagaban impuestos? Pero ¿quién quiere darle su dinero al gobierno? Todo el mundo trata de pagar la menor cantidad de impuestos posible. A nadie le gusta pagar impuestos, excepto que uno sea demócrata y quiera pagar impuestos por todo. Rapoport se rió. “¡Perdón!”, dijo. Los demócratas le caen muy mal.
Intrigas palaciegas: Batista, Nixon, el FBI e Israel
Durante el primer golpe de Estado de Batista, en 1933, Lansky comenzó su relación personal y comercial con Cuba. A cambio de que lo dejaran operar en paz, Batista y sus hombres recibirían una mordida de las ganancias de los casinos y los clubes nocturnos. La sociedad prosperó y se mantuvo gracias al soborno de otras autoridades hasta que Batista dio el golpe de 1952, cuando quiso que Lansky participara activamente en la gestión. Pero a Lansky le interesaban más los diez años sin impuestos que podía disfrutar quien invirtiera un millón de dólares en un hotel, porque su sueño era tener el casino más grande fuera de Las Vegas.
Hasta que lo concretó, armó la red básica del estado gansteril cubano: el Montmartre Club, el casino en el tradicional Hotel Nacional —que su hermano, Jacob Lansky, llegó a administrar antes de la revolución del 1º de enero de 1959—, el cabaret Sans Souci, los hoteles Deauville, Capri y Commodoro. En 1946, Lansky participó de la Conferencia de La Habana, una reunión de alto nivel de la mafia para ordenar los negocios en la ciudad. Al final de la Segunda Guerra Mundial, Luciano huyó de Italia con pasaporte falso y llegó a Cuba. Se convirtió en el mejor administrador posible para Lansky: un amigo.
En aquellos años, según Rapoport, comenzaron algunos de los problemas más graves del mafioso con el FBI.
—Cuando mi abuelo comenzó sus operaciones en Cuba, Richard Nixon quiso ser su socio. Pero él no lo necesitaba; sólo fue socio del padre de Kennedy en los primeros años. ¿Por qué se hubiera metido con Nixon, que era un jugador malísimo? Perdía más de lo que ganaba, le debía dinero a mucha gente. De ningún modo mi abuelo iba a asumir ese riesgo.
—¿Qué sucedió entonces?
—Mi abuelo se mudó a Israel porque querían que testificara sobre lo que pasaba en los casinos: cómo lavaban el dinero, quién participaba de la estrategia… y él no iba a decir nada. Lo habían criado así, así nos criaron a nosotros. Es algo que está en la familia desde siempre.
La versiones oficiales dicen otra cosa.
La presión por evadir impuestos era tan fuerte que en 1970 Lansky viajó a Israel para ampararse bajo la Ley de Retorno. A los dos años, sin embargo, Israel le negó el derecho dado su pasado criminal.
—No fue así —objetó Rapoport—. Cuando mi abuelo se fue a Israel, Nixon presionó para que lo devolvieran: Israel compraba unos aviones, y se dejó en claro que sería difícil que se los enviaran. Las autoridades israelíes le explicaron a mi abuelo que, dada la presión de los Estados Unidos, era muy difícil que lo dejaran quedarse. Así que decidió que lo mejor era irse; trató de marchar a otros lugares, pero volvió aquí.
—Ya estaba enfermo de cáncer de pulmón.
—Sí, murió en 1983 sin haber brindado su testimonio.
Sin pasión por la hotelería
Sandra Lansky escribió —con un co-autor, William Stadiem— sus memorias de haber sido la princesa mimada del mafioso: Daughter of a King: Growing Up In Gangland (Hija de un rey: crecer en el mundo del hampa). Allí recordó momentos como el día que fue a ver una obra de teatro con su padre y se encontró con las cuatro filas delante de ellos vacías, y también los costados de la fila cinco: para darle la mejor ubicación, había comprado todos esos boletos. También relató las crisis de salud mental de su madre, una figura casi ausente, cuya importancia no lograban suplir los numerosos tíos —los socios del padre— que la consintieron. También el hijo de la octogenaria intenta escribir su versión de la vida del abuelo.
—El título es A Generation Too Late (Una generación demasiado tarde). La perspectiva principal será el aspecto bueno de haber crecido como el nieto de Meyer Lansky. Quiero hablar sobre las cosas positivas. Sí, hubo cosas negativas: eso lo hace glamoroso en algún plano. Pero no era así solamente.
Difícil saber si logrará incluir el final de la disputa por el Hotel Riviera, que en su momento llevó el aire acondicionado a la isla al garantizarlo en sus 16 pisos —Lansky subió uno a uno en persona para asegurarse de la circulación del frío—. Al menos estarán la construcción moderna de sus 440 habitaciones, todas con vista al mar y su inauguración con un show de la bailarina Ginger Rogers en el Copa Room: ya son parte de la leyenda del lugar. Y también que un investigador de las marinas del mundo descubrió que Lanksy fue co-propietario con Frank Sinatra de la Marina Hemingway.
—El gobierno de Batista garantizó cada dólar de la inversión y aseguró que los bancos locales subsidiaran la mitad del proyecto, que llegó a 14 millones de dólares de aquel momento…
—¿Que Bastista puso dinero en el Riviera?
—Sí.
—No. Permítame verificarlo con mi madre.
Se escucha la voz de Sandra Lansky en el fondo; comparte con su hijo la vivienda y también lo acompaña en el trabajo.
—No, era sólo dinero estadounidense —Rapoport regresa a la llamada—. Al menos en el Riviera. Por eso quiero encontrar una compañía hotelera que esté interesada en hacerlo y entregarle los derechos. Mi objetivo no es ir a Cuba y hacerme cargo del hotel y reconstruirlo. Mi abuelo nunca pensó que Castro sería posible, nunca pensó que la isla cambiaría: fue una decepción para él y yo siento lo mismo. En Tampa hay tantas personas que vinieron de Cuba que sé que la gente en la isla es sensacional.
—¿No pensó en ir luego del proceso de descongelamiento que se inició el 17 de diciembre de 2014?
—No. Hasta que las cosas se abran realmente, no. No era el juego lo que la convirtió en una isla hermosa: fue la gente. Batista puede haber sido un ladrón también, pero la gente era la clave. Su música, su cocina. Su atmósfera: todo el mundo hacía lo que quería.