Correo del Caroní: Hambruna lleva a vecinos de San Félix a hacer cola en feria de hortalizas para recoger las sobras
Correo Del Caroní. En la avenida Gumilla se hacen dos colas a las afueras de un pequeño mercado de verduras y hortalizas. Es domingo, casi mediodía. La custodia de tres efectivos de la Guardia Nacional (GN) y la multitud hace parecer que hay una venta de comida regulada y escasa en Venezuela, pero no. Son verduras y hortalizas en remate.
Bordeando la cerca y mirando hacia dentro, están los que esperan comprar a 300 bolívares por kilo. Una ganga considerando que el kilo de cualquier vegetal sobrepasa los 600 bolívares. Al frente, y pegados a una pared, más de 60 personas también hacen cola con sacos y escobas. No van a comprar, sino a recoger las sobras cuando los dueños del local den la señal.
Los que ya han pasado son selectivos y rápidos tomando lo que buscan. Pepinos, papa, naranja, cebolla, monte y algo de frutas. Tratan de hacerlo rápido porque cierran a la 1:00 de la tarde y la gente afuera hace presión, o bromea con la ola de saqueos que hay en el país.
– ¡Tuuuuuuuuuuuumben la cerca!, grita un niño de seis años antes de salir corriendo muerto de risa.
Un abuelo lo regaña y la gente sonríe aunque no a carcajadas. Guayana ya tuvo su episodio más cruento con saqueos y muerto incluido hace un año, a unas cuadras de este mercado, cuando en el resto del país aún se conseguía comida.
De modo que para los que hoy están en cola no es chiste la revuelta. En la última semana hubo dos saqueos en Puerto Ordaz, y en San Félix, donde la canasta básica es más cara y la gente más pobre, los comercios se apoyan con militares para contener el caos. Cada vez son menos los camiones que llegan a abastecer por temor al vandalismo, y pocos los productos que entran al barrio. Hay amas de casa, ancianos y trabajadores de empresas básicas, como un dirigente del control obrero de CVG Carbonorca que cuenta que los domingos, al mediodía, se consigue más barato porque el local cierra hasta el miércoles.
Al frente, en la espera de que sea la 1:00 de la tarde, Yusmelis Díaz es una de las que tiene tres meses viniendo a lo que llaman “la regalía”. La encargada de la feria Pau Pau asegura que siempre ha venido mucha gente, pero Yumelis Díaz lo desmiente. “Te puedo decir que esta es mi tercera semana y hay el triple de personas que la primera vez que vine”.
Yusmelis se enteró por una vecina que ya tenía tiempo viniendo. Viven en Brisas del Sur, un barrio en la entrada de San Félix, donde la pobreza toca fondo en las últimas semanas, según el testimonio del párroco Carlos Ruiz.
Aunque no todo lo que se consigue es bueno, algo se rescata. Las berenjenas, cuenta la señora Josefa Díaz, el repollo y las papas es lo que más se conserva. “Después uno llega a la casa y selecciona lo que se puede comer, pero algo se rescata”.
Josefa, una abuela del barrio Francisco de Miranda, trata así de abastecer su casa para ella y su esposo. Este domingo no cree que quede mucho porque son más las personas que han venido.
Otras mujeres también están en cola con sus niños a agarrar lo que quede, como Rusbelia Lara, que ha venido cuatro veces y cree que seguirá frecuentándolo si “la cosa” sigue así.
Tiene sentido según el Centro de Investigaciones para la Educación, la Productividad y la Vida (Ciepv) de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), que en su último informe reseñó que la cesta de alimentos de San Félix se ubicó en 161 mil bolívares en el tercer mes del año, un alza de 15,4% respecto al mes anterior.
Una región que, hasta hace una década, aportaba el 40% del Producto Interno Bruto (PIB) no petrolero en el país, y un 10% del PIB. Guayana era entonces una ciudad pujante, con ínfimos niveles de pobreza, donde buscar en la basura era solo una opción.
En la punta
“La cosa”, ese sustantivo que en Venezuela resume muchas cosas, es la situación país. Una obstinación que Eberto y Carlos tienen a pocos metros del mercado, en la entrada del cementerio municipal de Chirica, donde la venta de tulipanes este año ha sido casi nula.
– No señora, esto ya no tiene compón. Esto no lo arregla nadie.
A las 12 del mediodía Eberto ni siquiera ha podido recuperar la inversión, ni cree que lo haga. Hace dos días compró una harina de maíz en 1700 y se quedó sin nada. Por eso, explica, “es que hay tanto saqueo, ya ve lo que pasó en Sucre, lo que pasa es que aquí en Guayana somos pendejísimos”.
No irán al pequeño mercado que está a nueve minutos caminando, porque debe quedarse a ver si recupera algo. Su amigo Carlos, otro vendedor de tulipanes, está seguro de que en cualquier momento ocurrirá “algo”. Ya ha visto como los camiones pasan con comida y asegura que van directo al kilómetro 88, a cuatro horas, al pueblo minero de Las Claritas, donde abunda la comida por los altos precios en ese pequeño ecosistema económico dominado por la explotación, compra y venta de oro.
Si esto sigue así, sentencia, “hasta yo, que tengo cinco hijos, soy capaz de saquear”.
Con información de Correo Del Caroni