Un texto “sin alma y hasta desteñido” fue lo que aprobó la OEA a Venezuela
El exembajador argentino ante la Organización de Naciones Unidas (ONU), Emilio Cárdenas, rechazó y criticó la resolución a la que se llegó en el Consejo Permanente de la OEA, donde, a su juicio, “no se discutió” la crisis en Venezuela, se desestimó el informe de Luis Almagro, secretario general de la organización; y se instó al diálogo entre la oposición y el gobierno nacional.
Para el ex embajador, esta resolución es apenas una”declaración” de la organización, la que además consideró “incolora e insulsa”.
Lea la opinión íntegra de Cárdenas a continuación:
Bajo la presidencia de la Argentina, representada en la reunión por el embajador Juan José Arcuri, el Consejo Permanente de la OEA aprobó hace pocas horas un texto realmente sin alma y hasta desteñido sobre la situación actual en Venezuela y agregó un desplante indirecto y un claro “ninguneo” contra el secretario general de la organización, Luis Almagro, al no permitirle -caprichosa y gratuitamente- el uso de la palabra a su representante, el jefe de gabinete Gozalo Koncke, al cierre de la que fuera una lenta -y hasta tediosa- sesión transmitida en vivo, por televisión, a toda la región. Como actitud, por lo menos, mal educada.
Se trata, en síntesis, de apenas una “declaración”, incolora e insulsa como pocas, que por ello precisamente resultó aprobada por consenso por los países que conforman la particular membresía del Conejo Permanente de la OEA. Ni chicha, ni limonada. Nada. O muy poco. Tan es así, que hasta la autoritaria Venezuela se pudo sumar a ella, sin chistar demasiado y terminó endosándola.
Se trata de una vía alternativa a la antes abierta, con el coraje del caso, por el secretario general Luis Almagro al invocar expresamente la Carta Democrática Interamericana, conforme al artículo 20 de la respectiva Convención. En pocas palabras, es seguir “pateando la pelota afuera” y dejando correr el tiempo, lo que es claramente uno de los objetivos del gobierno de Nicolás Maduro. Por eso, el inesperado aplauso final del gobierno venezolano.
Almagro, que, ni lerdo ni perezoso, seguramente anticipaba la jugada, que fuera liderada por la Argentina, no asistió a la reunión. El texto de la lavada declaración aprobada increíblemente recibió, pese a ser admitido y votado a favor por todos, críticas importantes y públicas por parte de Canadá, los Estados Unidos, Paraguay, e increíblemente, también de la propia Argentina que (queriendo quedar bien con Dios y con el diablo) admitió las limitaciones que el texto por ella misma pergeñado realmente posee.
Que son enormes, desde que ni siquiera exhorta a realizar el referendo que exige la oposición, tal como está previsto en la Constitución venezolana. Ni menciona para nada el tema de las violaciones de los derechos humanos. Es, como señalara con razón la delegación canadiense, “blando” y “débil”. Lo que no es precisamente para aplaudir.
Venezuela batalló duramente contra la aprobación de la declaración, pese a que ella no dice prácticamente nada. Lo hizo acompañada por Ecuador, Bolivia, Nicaragua, y Dominica. Una suerte de curioso “gang of four” regional, que hasta no hace mucho, con Venezuela y la Argentina kirchnerista y el Brasil populista de Dilma Rousseff, marcara el paso en las posiciones que se adoptaban en los distintos organismo regionales. Hoy ese grupo es apenas, como diría el tango rioplatense, una de “esas sombras que ya no están”. Porque es cuerto que ya no tiene en sus manos el timón de la opinión regional, como ocurriera a lo largo de toda la última década. Este es el cambio. No hay ya un aburrido e ineficaz tarareo común, porque ello ha sido reemplazado por el pluralismo, gracias a Dios.
Pero, cuidado, no hay voz de reemplazo. Apenas se oye un ruidito, casi imperceptible. Sin tono, ni corazón, ni color alguno. Por ahora, al menos.
Hay quienes creen, a mi modo de ver las cosas equivocadamente, que esto es resultado del obvio conflicto de intereses provocado por la candidatura de la Canciller argentina, Susana Malcorra, a la Secretaría General de las Naciones Unidas. Pero quizás ello no sea necesariamente así, sino que se trate apenas de un regreso colectivo al ámbito del silencio cómplice en el que la región sudamericana se refugiara en los últimos tiempos. Una suerte de movimiento reflejo.
En paralelo, para disimular, la declaración aprobada habla de un “ofrecimiento fraternal” y de un diálogo “abierto e incluyente” entre “todos” los actores (incluyendo a Nicolás Maduro, de quien, perdón, no es para nada fácil presumir la buena fe), aunque es también cierto que la declaración admite específicamente que el diálogo es necesario para “preservar la paz y la seguridad” en Venezuela, lo que es bien grave, porque supone coincidir en que esa “paz” y esa “seguridad” están hoy siendo amenazadas, lo que es absolutamente correcto. Esa es la carne quizás más importante que contiene la “declaración” antes comentada. Poco y nada, por ahora.