Un rover chino descubre nuevas rocas en la Luna 40 años después
La misión china no tripulada Chang’e-3 logró en 2013 algo que no se había llevado a cabo en cuarenta años. Aterrizó en la Luna, concretamente en la parte norte del Mare Imbrium (Mar de las Lluvias), uno de los más prominentes cráteres de impacto visibles desde la Tierra.
Un lugar hermoso, describen los científicos, un flujo de lava relativamente joven donde el rover Yutu, desplegado por el módulo lunar, pudo ponerse a trabajar sobre el terreno. Ahora, investigadores de la Universidad de Washington en St. Louis (EE.UU.) y de diferentes instituciones chinas han analizado los datos recogidos por el artefacto. Y han encontrado un nuevo tipo de roca volcánica diferente a las que trajeron a la Tierra las antiguas misiones Apolo de Estados Unidos (1969-1972) y la rusa Luna (1970-1976). Lo cuentan en la revista Nature Communications.
Desde que el programa Apolo terminó, la exploración lunar estadounidense se ha llevado a cabo principalmente desde la órbita, pero los sensores orbitales detectan sobre todo el regolito, la capa superficial del suelo formada por roca fragmentada, que cubre la Luna. El problema es que el regolito suele estar mezclado y es difícil de interpretar.
Pero Chang’e-3 no solo alunizó, sino que lo hizo en un lugar óptimo. Yutu dejó de funcionar tan solo mes y medio después de ser liberado debido a graves fallos en el sistema que utiliza para protegerse en la noche lunar, pero los científicos chinos aseguraron que el inconveniente no daría al traste por completo la misión. Yutu tuvo tiempo de obtener interesantes datos del lugar donde se encontraba. Como el flujo de lava del lugar es bastante joven, la capa de regolito es delgada y está sin mezclar con restos de otros lugares, por lo que se parece mucho a la composición de la roca del fondo volcánico.
“Ahora tenemos ‘terreno’ para nuestra percepción remota, una muestra bien caracterizada en un lugar clave», señala Bradley L. Jolliff, profesor de Ciencias Planetarias en la Universidad de Washington. «Vemos la misma señal desde la órbita que en otros lugares, por lo que ahora sabemos que esos otros lugares probablemente tienen basaltos similares», añade. Los basaltos en el lugar de aterrizaje de Chang’e-3 también resultaron ser diferentes a cualquiera de los traídos en las muestras de las misiones de Apolo y Luna.“La diversidad nos dice que el manto superior de la Luna es mucho menos uniforme que la composición de la Tierra -dice Jolliff-. Y como la química se correlaciona con la la edad, podemos ver cómo el vulcanismo lunar cambia con el tiempo».
Los científicos creen que la Luna es el fruto de la colisión de un cuerpo del tamaño de Marte contra la Tierra. Nació como un cuerpo fundido o parcialmente fundido, que al enfriarse se separó en corteza, manto y núcleo. Pero la acumulación de calor por la desintegración de elementos radiactivos en el interior refundió parte del manto, el cual entró en erupción en la superficie unos 500 millones de años después de la formación de la Luna, acumulando los cráteres de impacto y las cuencas para formar los mares, la mayor parte de los cuales se encuentran en la cara frente a la Tierra.
Las misiones Apolo y Luna tomaron muestras de basaltos de la época del máximo vulcanismo que se produjo hace entre 3.000 y 4.000 millones de años. Pero la cuenca Imbrium, donde aterrizó ‘Chang’e-3’, contiene algunos de los flujos más jóvenes, de 3.000 millones de años de edad o un poco menos.
Los basaltos estudiados por las misiones pasadas tenían o bien un alto contenido de titanio o de bajo a muy bajo, faltando valores intermedios. Pero las mediciones realizadas por un espectrómetro de rayos X de partículas alfa y un generador de imágenes hiperespectrales en el infrarrojo cercano, instrumentos a bordo del rover Yutu, indican que los basaltos en el lugar del aterrizaje de Chang’e-3 tienen valores intermedios en titanio, así como ricos en hierro, explica Zongcheng Ling, profesor de Ciencia Espacial y Física en la Universidad de Shandong en Weihai, y primer autor del artículo, reseñó ABC.
El titanio es especialmente útil en el mapeo y la comprensión del vulcanismo en la Luna, ya que varía mucho en su concentración y refleja diferencias significativas en las regiones de origen del manto que se derivan de la época temprana en la que el océano de magma se solidificó. La variable distribución de titanio sobre la superficie lunar sugiere que el interior de la Luna no se homogeneizó.
“Todavía estamos tratando de averiguar exactamente cómo sucedió. Posiblemente, hubo grandes impactos durante la fase de océano de magma que interrumpieron la formación del manto», reflexiona Jolliff.
“En cualquier caso, está claro que estos basaltos recién caracterizados revelan una mayor diversidad de la Luna de la que surgió de los estudios tras las misiones Apolo y Luna. La teledetección sugiere que hay basaltos aún más jóvenes y más diversos en la Luna, en espera de la investigación de los futuros exploradores robóticos o humanos».