Los neutrinos, protagonistas del Premio Nobel de Física
El Premio Nobel de Física en 2015 ha recaído sobre dos investigadores que, cada uno en una punta del globo, han demostrado con sus experimentos las oscilaciones de los neutrinos, lo que implica que estas escurridizas partículas tienen masa. “El descubrimiento ha cambiado nuestra comprensión del funcionamiento más íntimo de la materia y puede resultar crucial para nuestra visión del Universo”, explica el comité en el comunicado oficial de la Academia de Ciencias Sueca.
En el año 1998, el japonés Takaaki Kajita (Universidad de Tokio), uno de los dos galardonados, revelaba que los neutrinos procedentes de la atmósfera cambiaban de identidad en su camino al Super-kamionkande, un enorme detector situado a mil metros bajo tierra. Mientras tanto, un equipo de investigadores canadienses liderado por Arthur B. McDonald (Universidad de Queen), segundo galardonado, demostraba que los neutrinos procedentes del Sol no desaparecían como se pensaba, en su camino hacia la Tierra. Los científicos habían conseguido “pillar” a estas esquivas partículas, que cambiaban de identidad al llegar al Observatorio de Neutrinos de Sudbury, una antigua mina de níquel de Ontario.
De esta forma, el rompecabezas de los neutrinos contra el que los físicos habían luchado durante décadas quedaba resuelto. Y es que estos descubrimientos implicaban que estas partículas, al contrario de lo que se pensaba, tenían masa.
Camaleones del espacio
“Vivimos en un mundo de neutrinos”, explica la Academia en su comunicado. “Cada segundo, miles de millones de neutrinos atraviesan nuestros cuerpos. No podemos verlos ni sentirlos. Los neutrinos se apresuran a través de espacio casi a la velocidad de la luz y pocas veces interactúan con la materia”. Estos “camaleones del espacio”, como los ha denominado el comité encargado de otorgar el Premio Nobel de Física, son tan escurridizos que hasta el mismo científico que propuso su existencia, Austrian Wolfgang Pauli, dudaba de la misma. “He hecho una cosa terrible”, explicaba en una carta escrita a sus colegas físicos en 1930, “he postulado la existencia de una partícula que no puede ser detectada”.
Años más tarde, el italiano Enrico Fermi era capaz de demostrar una teoría que incluía aquellas partículas que proponía Pauli, a las que dio el nombre de neutrinos. En 1956, Clyde Cowan y Frederick Reines demostraban su existencia experimentalmente: el Poltergeist de la física era, efectivamente, una partícula real.
Tras los descubrimientos de los galardonados Kajita y McDonald aún quedan muchos misterios por resolver: ¿Cuál es la masa de los neutrinos? ¿Por qué son tan ligeros? ¿Por qué son tan diferentes de las otras partículas elementales? Quizá, dentro de algunos años, un futuro Premio Nobel de Física encuentre las respuestas