Epidemia y escasez marcan la Navidad más sombría de Venezuela

Epidemia y escasez marcan la Navidad más sombría de Venezuela | Foto: Reuters

Epidemia y escasez marcan la Navidad más sombría de Venezuela | Foto: Reuters

La hiperinflación dispara los precios todos los días, no hay efectivo en la calle por culpa del “corralito” a la venezolana, las tradiciones navideñas están solo al alcance de los privilegiados por la revolución, las medicinas siguen sin encontrarse y las imágenes de niños desnutridos resquebrajan el ánimo del país. Las colas son para comprar alimentos a la desesperada y no para adquirir juguetes, convertidos en productos de lujo inalcanzables para el pueblo, reseña La Nación.

Milagros (8 años), Paola (6) y Anderson (8 meses) no tienen la culpa. Ayer se quedaron en shock cuando un grupo de periodistas, agrupados en la campaña “Un juguete una buena noticia”, les regaló lo que es inalcanzable para sus padres, producto de donativos particulares, como carritos y muñecas Barbie, que recibían con sonrisas desbordantes en zonas populares de la capital.

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Las mismas que les robaron a otros 130 niños que volaban desde Caracas a Lima para reunirse con sus padres, emigrantes en Perú. Las autoridades venezolanas les anularon el pasaporte a todos ellos, al aducir irregularidades en cuatro documentos. El principal pecado de la ONG Unión Venezolana en Perú, organizadora de la campaña, era la identidad de su presidente: Oscar Pérez, ex diputado opositor refugiado en Lima.

Ajenos a la realidad, como si nada de todo esto estuviera sucediendo, los bailes y parrandas de altos cargos bolivarianos se empeñan en celebrar las fiestas y mostrarlas a través de documentos audiovisuales que parecen grabados en otro planeta. El general Rodolfo Marco Torres, gobernador de Aragua, cantando como si fuera el mismísimo Hugo Chávez; Diosdado Cabello, jefe del ala militar de la revolución, bailando merengue con su mujer, Marleny Contreras, y la delegación diplomática en Brasil interpretando una performance casi de ciencia ficción. Como si nada estuviera pasando en Venezuela.

Acostumbrado a vivir en un país de dos dimensiones, el venezolano se pertrecha estos días para sobrellevar como pueda la Navidad más amarga de su vida. Desde el aparato del Estado y con la amplia difusión de sus medios de comunicación, la revolución pinta una vez más la “Chavidad” (como la bautizó el fallecido “comandante supremo”) de la suprema felicidad. El país real, en cambio, padece una tormenta perfecta, tan exagerada que la hipérbole dejó de ser una excepción literaria para convertirse en el día a día de sus ciudadanos.

Los ejemplos se desbordan en cada calle, en cada esquina. Como en Maracaibo, estado Zulia, donde dos trenes infantiles recorren a todas horas sus calles en lo que parece una estampa navideña, pese al sol abrasador, y que deleitaría a los chicos de todo el mundo. Menos en Venezuela. Las crisis del transporte, que mimetiza imágenes pensadas sólo para Cuba, ha obligado al uso de cualquier vehículo, incluidos estos pequeños vagones rojos y amarillos acondicionados a la fuerza para paseos cortos.

Más ejemplos. Joangelis Estrada, de dos años, que perdió las córneas por mala nutrición. Johan Fajardo, de 13 años, que murió en Guanare con un peso de 11 kilos. O Gilberto Mendoza, de tres años, que no se pudo sobreponer a una neumonía que lo invadió al aprovecharse de su desnutrición severa, que según la ONG Acción Solidaria amenaza a dos millones de personas.

Los cálculos gremiales indican que 95% de los venezolanos utilizarán los aguinaldos de Navidad para comprar alimentos.

El tradicional plato navideño, compuesto por hallaca, pan de jamón, ensalada de gallina y pernil de cerdo, se disparó a un costo tal que en su mayoría sólo puede ser consumido si aparece en alguno de los CLAP (el mecanismo para vender alimentos subvencionados en un formato modernizado de la libreta de racionamiento cubana) prometidos por Nicolás Maduro. Y es que un cartón de 30 huevos ya cuesta la mitad de un salario mínimo.

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Y, para colmo, tres epidemias avanzan apoyadas en la gestión sanitaria del gobierno. “El país está en terapia intensiva, moribundo”, dijo a La Nación el prestigioso epidemiólogo Julio Castro, que lleva meses advirtiendo sobre la incidencia de una triple epidemia: malaria, difteria y sarampión.

A pesar de la obligación que tienen todos los países de publicar sus cifras de salud, la revolución intenta tapar con un dedo la incidencia de enfermedades erradicadas desde hace décadas, como la difteria.

La victoria contra el sarampión es más reciente, de hace tres años, pero ya se pudieron confirmar 464 casos. La malaria o paludismo se teme que vaya a cerrar 2017 con medio millón de casos. La respuesta del gobierno a este desaguisado llegó hace unos días, entre las dos rondas de negociaciones entre el chavismo y los enviados de la opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD) en Santo Domingo, y la dio el propio Maduro: “No somos un país de mendigos. Lo de la ayuda humanitaria es un cuento falso”.

En enero, una nueva ronda del diálogo

El gobierno venezolano y la oposición acordaron anteanoche continuar el 11 y 12 de enero próximos las negociaciones en Santo Domingo para intentar resolver la grave crisis del país.

Luego de ocho horas de reuniones en la sede de la cancillería dominicana, las partes pactaron una tercera ronda de diálogo. El primer día se darán cita dos comisiones y el siguiente las delegaciones se reencontrarán con presencia de los cancilleres de los países garantes, señaló el presidente dominicano, Danilo Medina.

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