Anna Vaccarella: Hay que aprender a bailar bajo la lluvia (+Artículo)

Anna Vaccarella, periodista superviviente de cáncer |Foto Instagram

Anna Vaccarella, periodista superviviente de cáncer |Foto Instagram

En el diario El Nacional, la periodista Rosanna Di Turi publicó una nota sobre su bellísima y valiente colega, Anna Vaccarella, quien pasó a ser una superviviente del linfoma no-Hodgkin y tuvo un año de sube y baja, que le cambió la vida para siempre. 

Actualmente Vaccarella se ha convertido en una figura pública de “fortaleza” para aquellas personas que necesitan palabras de aliento, necesitan esperanza y buen ánimo para seguir adelante.

A continuación la nota completa:

Cuando la periodista Anna Vaccarella decidió compartir a través de las redes su fragilidad ante el severo diagnóstico que le dieron el año pasado, sintió la necesidad de recordar una bendición que pasa inadvertida ante las urgencias diarias. “Viví 47 años sana y en ese momento, al saberme enferma, entendí el tesoro que había perdido y no valoraba, que es tener salud. Al empezar a caer por ese agujero, quise mandar el mensaje a quienes estaban sanos. Uno se deja atrapar por los agobios cotidianos y pierde de vista la verdadera dimensión de las cosas”. 

Algunos cercanos, recuerda, no compartieron su decisión de hacer público el diagnóstico de linfoma no-Hodgkin. Como comunicadora, decidió compartir el miedo que sintió entonces. “Quería que la gente sana viera lo que tiene y no valora. Al principio pensaba que no podía superarlo. Es lo que inicialmente compartí por mis redes. La fragilidad que sentía. Mucha gente se conectó con eso”. 

Sin que lo previera, a raíz de esa determinación se activó una espiral de empatía de parte de miles de venezolanos, que resultó un apoyo importante. Sus seguidores en Instagram se multiplicaron (tenía 4.000 y ahora suma un millón) y con ellos las innumerables palabras de aliento. “Se creó un círculo auspicioso. Sin pretenderlo inspiré a personas que estaban sanas y a otros que estaban enfermos. Y ellos me daban fuerza a mí. En muchas noches de insomnio en las que no quería despertar a nadie, leer esos comentarios me daba mucho ánimo. Me ayudó a pensar que sí podía”.

Ha transcurrido un año y varios meses de aquel diagnóstico. Pasó por quimioterapias y un trasplante de médula ósea en Nueva York. Superó el cáncer y su cabellera comienza a crecer de nuevo. Vivió momentos severos y el que más le dolió fue el tiempo que tuvo que estar alejada de sus hijas morochas, ahora de cinco años. “Pasar cuatro meses y medio sin tocarlas fue demoledor”. Cuando le tocó el trasplante de médula tomó una decisión dura para ella, en la que prevaleció su instinto maternal. “Entendí que lo más importante es que las niñas mantuvieran su rutina y por ello mi esposo Román (Lozinski) se quedó con ellas. Fuimos un equipo trabajando por separado”.  En el camino la fe fue clave. “Ha sido fundamental. Siempre he sido una persona de fe y en momentos como estos se transforma en pilar. Es a lo que me aferro en los instantes de miedo”.

Ahora, tras haber superado ese episodio determinante, puede manejar varias convicciones que comparte. “Todos los seres humanos pasamos por situaciones difíciles y dolorosas. Y cuando nos toca hay que sacar las alas que quizá no sabíamos que teníamos. No el paraguas para que todo nos resbale. Hay que aprender a bailar bajo la lluvia”.

Por ello, quizá antes de lo previsto, aceptó la propuesta de una compañía de ofrecer una charla a la que bautizó “Renacida”, con la que recorre varias ciudades del país para contar esas lecciones como inspiración para otros. “No es que mi vida ahora sea color de rosa. Tengo problemas igual, pero procuro verlos desde una perspectiva distinta. Esta crisis me ayudó a dimensionar las cosas y a saber que la felicidad es estar vivo y valorar el tesoro de la salud”. En el camino descubrió varias claves para manejarlo y lograr de esta experiencia un propósito. “Cuando te ocurre algo tan fuerte uno tiende a pensar: por qué a mí. Opté por cambiarlo a: ‘para qué’ a mí. Eso me ayuda a entender la labor que me toca hacer”.

Entre las convicciones que intentará transmitir está una actitud nueva ante los altos y bajos cotidianos. “Ahora me siento más feliz porque puedo serlo con cosas más sencillas. Antes idealizaba la felicidad y la condicionaba a que pasaran ciertas situaciones. Ahora entiendo que está dentro de mí. Valoro más las cosas. Soy muy perfeccionista y me agobio cuando no salen, pero es un aprendizaje que estoy esmerada en absorber. Es la conciencia de estar en paz contigo mismo y que no dependa de la tormenta afuera. Siempre hay problemas. Sales de uno y entras en otro. La vida te da y te quita. La idea es estar fuerte en las buenas y en las malas”.

Actualmente, en la calle recibe infinitas muestras de cariño de personas desconocidas que se acercan. “Siento que el pueblo venezolano está tan lleno de dolor, que percibe que casos como el mío son sus triunfos también. Estamos necesitados de buenas noticias”. Ante esas innumerables muestras de solidaridad, sus pequeñas hijas se asombran. “Me preguntan: ‘Mami, ¿pero cuántos amigos tienes?’ Ha sido muy hermoso”. Son gestos de un país solidario que conectó con su historia.

“La conciencia de estar en paz con uno mismo no depende de la tormenta de afuera. La idea es estar fuerte en las buenas y en las malas”


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