The New York Times: Sin revocatorio Venezuela se encaminaría hacia una peligrosa confrontación

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El Consejo Nacional Electoral de Venezuela (CNE) señaló la semana pasada que el referendo que podría revocar al presidente Nicolás Maduro no se realizará antes de que finalice este año. Eso no fue precisamente una sorpresa, pero pone a Venezuela en el camino de una peligrosa confrontación.

Según su Constitución, los venezolanos tienen hasta el 10 de enero de 2017 para realizar un referendo revocatorio que les permita elegir a un nuevo presidente. Eso finalizaría la ruinosa era de Maduro. Pero si el referendo sucede después de esa fecha, y Maduro pierde, su vicepresidente cumpliría con el resto de su mandato, lo que mantendría en el poder a la corrupta y autoritaria clase dirigente del país hasta el 2019.

Los líderes de la oposición denunciaron los lapsos de tiempo anunciados por Tibisay Lucena, quien es la jefa del ente electoral, como una táctica dilatoria destinada a proteger a sus jefes políticos del partido de gobierno. Los opositores convocaron a una manifestación masiva el 1 de septiembre para insistir en que el referendo se convoque este año. María Corina Machado, una destacada crítica del gobierno, dijo que era hora de recurrir a la “desobediencia civil”.

“Hay que llamar a las cosas por su nombre: enfrentamos una dictadura militarista, mafiosa y corrupta”, dijo en un discurso. “El régimen está acorralado y actúa con desenfreno. Tenemos una oportunidad histórica”.

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En Venezuela la desesperación y el hambre se han agudizado durante las últimas semanas porque la escasez de alimentos ha empeorado y los esfuerzos internacionales para reducir la polarización política han fracasado. La crisis ha comenzado a pasar las fronteras del país. Miles de venezolanos han cruzado a la vecina Colombia en busca de comida, y algunos ya han comenzado a lanzarse al mar para escapar de su miseria.

Lejos de reconocer la necesidad de un cambio drástico o admitir que sus ciudadanos están sufriendo, Maduro dice que la desintegración de su nación es culpa de una conspiración de Estados Unidos y la oposición.

Este mes, el mandatario amenazó con retirar el presupuesto operativo de la Asamblea Nacional, órgano legislativo que la oposición controla desde que ganó contundentemente las elecciones de diciembre. Mientras tanto, ha desestimado la creciente evidencia de complicidad en el tráfico de drogas por parte de funcionarios estatales.

En noviembre pasado los funcionarios estadounidenses acusaron a dos sobrinos de la primera dama de Venezuela, Cilia Flores, de intentar contrabandear cocaína a Estados Unidos. Los dos hombres, que fueron detenidos en Haití, portaban pasaportes diplomáticos venezolanos para facilitar sus desplazamientos por la región, según afirma un funcionario estadounidense que conoce el caso.

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El 2 de agosto, un día después de que los fiscales federales de Nueva York iniciaron una acusación que compromete a Néstor Reverol, antiguo zar antidrogas de Venezuela, en el tráfico de narcóticos, Maduro lo nombró ministro del Interior.

Evitar una confrontación entre el gobierno venezolano y los que tratan de revocar a Maduro requerirá que exista un respaldo internacional para los ciudadanos que luchan para expulsar al líder despótico. “Si hay un estallido social en Venezuela, tendrá repercusiones en toda la región”, advirtió el líder de la oposición Henrique Capriles Radonski durante una visita reciente que hizo a Perú, donde intentó conseguir el apoyo de Pedro Pablo Kuczynski, el nuevo mandatario peruano. Capriles le pidió a los líderes de América Latina que apoyen la propuesta de celebrar un referendo este año.

Pero hasta ahora, Kuczynski y otros líderes solo han ofrecido impulsar el diálogo y abogar por el respeto a los derechos humanos. Pero hoy en día el gobierno venezolano no es más que un estado autoritario y corrupto que se ha convertido en una peligrosa bomba de tiempo dentro del hemisferio.

Comité Editorial The New York Times

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