María Alejandra Morales: ¿Choroní será la cura de todos los males?

imagen: choroní

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Me gusta más Choroní por la tranquilidad. No hay ese malandreo que ves en Caracas, que no puedes salir con tu celular porque sientes que te van a robar”, dijo convencida Jessica Cabrera, quien tomó un boleto sin retorno.

El cálido y pintoresco pueblo de Choroní se ha convertido en un refugio para esta diseñadora. Hace seis meses decidió abandonar la ciudad capital. Orgullosamente cambió los programas de edición y su portafolio por una tabla de surf y una caña de pescar.

Su rutina cambió y ahora, como la administradora de la posada de sus tíos, se esfuerza para que el lugar no quede sumido en la crisis económica que atraviesa el país.

La caraqueña de 32 años de edad aseguró que la afluencia de turistas se desplomó. En temporadas anteriores se alquilaban las 12 habitaciones del negocio familiar durante toda la semana. Ahora, la posada recibe turistas solo los fines de semana; con suerte pueden alquilarse más de 3.

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Los precios del servicio de hospedaje son entre 7.000 y 8.000 bolívares, sin embargo, la última palabra se la dejan al cliente. “A veces tenemos que dejarlas en Bs. 5.000  para que entre algo pues, pero eso no alcanza para nada”, confesó.

La crisis golpea a locales y turistas. No deja escapar a nadie.

Al igual que en Caracas, la situación en Choroní también está difícil, asegura Cabrera. Más de 1.500 nativos cuentan solo con un supermercado para comprar productos a precios regulados. Las riñas por comida en los alrededores del local se convirtieron en un espectáculo obligado.

Algunos proveedores “hacen su agosto” con la desesperación de los habitantes, su principal fuente de ingreso. “La comida llega cada 15 días al supermercado. Por eso a veces tienes que comprarle a los bachaqueros o bodegas que traen la harina pan en 2.800; el arroz, la pasta y el detergente en 3.000 bolívares”, agregó, visiblemente molesta.

Rememorando los cuentos del pueblo, Cabrera destacó que una vez un grupo de pescadores fue saqueado por varias madres al llegar al puerto. “Ahora ellos vienen con la lancha toda tapada para que nadie vea lo que cargan. A veces, las mamás mandan a sus hijos a pedir pescado. Ellas saben que nadie puede decirle que no a un niño”, comentó.

¿La cura a todos los males?

La paz que se respira en el ambiente de las costas aragüeñas es un extra para Jessica Cabrera, quien considera exitosa la fórmula que usan los chorinenses para hacer frente a los momentos más difíciles que vive Venezuela.

“Si no tienes dinero para comprar pollo o carne, pescas. Cuando vas al mar sacas cuatro o cinco pescaditos y resuelves para la semana”, dijo.

En la mente de la mujer no hay cabida para un regreso a “la ciudad de la furia”. La paz, estabilidad y calidez que le regala Choroní la mantiene segura de que llegó a un lugar mejor. “Yo no me regresaría a Caracas. Aquí surfeo, pesco y tengo una vida más natural”, concluyó.

Por María Alejandra Morales.

Informó el portal El Nacional 

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