El Nacional dedica unas palabras en respuesta a los ataques sufridos en su contra

Miguel Henrique Otero, editor de El Nacional

Miguel Henrique Otero, editor de El Nacional

El viernes de esta semana la sede del diario El Nacional, uno de los más importantes y trayectoria en el país fue atacado por un grupo de presuntos chavistas que no solo rayaron las paredes de la sede, sino que le lanzaron excremento. Dichas acciones en contra del medio de comunicación fue merecidamente rechazada por muchas personalidades políticas y de la prensa como tal.

Esta fue una de las fotos que rodaron por todas las redes sociales, y donde claramente se ven los rayones y el excremento en las paredes de la sede. Ante esta situación el presidente editor del diario, Miguel Henrique Otero a modo de respuesta dijo:

“El excremento que arrojaron parece una proyección de lo que tienen en la cabeza“.

Ataques contra la sede de El Nacional

Ataques contra la sede de El Nacional

No es la primera vez que la prensa venezolana, que no siga la línea de lo que desea el Gobierno Nacional, sufre ataques. Se dice que Nicolás Maduros y sus simpatizantes apoyan la democracia pero día a día hay más perseguimiento político, más exclusión y agresión hacia los opositores. Sin embargo, la prensa no debería estar involucrada porque la información debe ser cuestionada por los lectores y no impuesta por un sector político.

Es por eso que mediante un escrito, una editorial, se cuestiona los fines del ataque en contra del medio de comunicación, precisamente porque no hay alimentos acaparados, no hay armas militares, no hay oro ni diamantes dentro de la sede para que ésta sea vilmente atacada.

Asimismo el Miguel Henrique Otero aseguró que el diario no se iba a “autocensurar” por culpa de las agresiones que sufrieron.

De forma Magistral el diario respondió tajantemente a los ataques, dedicando algunas palabras que incomodarán a muchos adeptos del gobierno de Nicolás Maduro:

Nadie se detiene de noche ante la entrada de las instalaciones militares de Conejo Blanco con la juguetona intención de violar las rejas para luego, con una risita en los labios, marcharse en su automóvil, tranquilo y sin nervios, satisfecho por ser tan infantilmente tremendo. El riesgo que correría le puede costar muy caro, y quizás perdería la vida por una ráfaga de ametralladora disparada por los soldados que custodian esa zona militar.

Y si, como dice el ex presidente Pepe Mujica, estuviera loco como una cabra, a lo mejor se anima a bajarse los pantalones, defeca rápidamente, lanza sus deposiciones contra las paredes de la base militar más importante de Caracas y, sin pensarlo dos veces, huye como alma que lleva el diablo porque si lo agarran termina sus días en cualquiera de las cárceles de Venezuela, clasificadas entre las más asquerosas del mundo.

Algo parecido ocurrió en la madrugada de ayer en la entrada de El Nacional, con la salvedad de que este periódico no tiene las rejas ultramodernas de Conejo Blanco, y tampoco nuestros vigilantes portan armas y por ello no pueden, ni quieren y ni les pasa por la cabeza disparar ráfagas a nadie. Son modestos trabajadores que vigilan y alertan a las policías locales si ocurre un hecho irregular o inquietante.

Además, nuestras instalaciones solo están hechas para imprimir noticias y también para trasmitirlas por las redes sociales. Carecen por tanto de fines bélicos, no ocultan material de guerra, tampoco es un campo de entrenamiento militar, no tiene celdas de castigo ni salas de torturas al estilo de La Tumba, en la Plaza Venezuela, donde entierran en vida a jóvenes estudiantes a quienes capturan cuando salen a manifestar pacíficamente por las calles.

En nuestro estacionamiento no hay patrullas de la Policía Nacional ni tanquetas de la Guardia Bolivariana, tampoco se ocultan al sol las lujosas camionetas blindadas que usan los jefes rojo rojitos, ni motocicletas negras y sin placas que utilizan los servicios de inteligencia (¿?), para seguir y perseguir a los líderes opositores y, desde luego, a los comunicadores sociales, dos sectores que hacen perder el sueño a cualquier dictador miedoso. A veces esas motos las usan para otros fines menos oficiales, pero mejor dejar las cosas hasta allí.

En las instalaciones de El Nacional no hay alimentos acaparados ni deambulan los bachaqueros, no hay traficantes de drogas ni se cobran vacunas al estilo de las FARC, tampoco guardamos gente secuestrada por la guerrilla colombiana, no extraemos oro y diamantes ni esclavizamos indios, no contrabandeamos gasolina ni tenemos pistas clandestinas como existen en los estados llaneros y fronterizos gobernados por los rojo rojitos, tampoco compramos productos en los supermercados de Aruba y Curazao, y jamás hemos usado la base de La Carlota como un aeropuerto particular para nuestros amigos y familiares.

Entonces… ¿por qué vienen a nuestro honesto sitio de trabajo a echarnos mierda, a lanzarnos la materia gris de su jefe máximo?.

Editorial de El Nacional.

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